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26 de enero de 2009
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Una raya en el agua

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - La historia de María del Carmen, Maby y Jacqueline tiene en común haber sido abandonadas por el esposo, previa negociación familiar y la promesa del reencuentro. Ellos partieron en lancha pagada en Florida por los parientes de sus cónyuges, quienes los ayudaron a insertarse en los Estados Unidos para que reclamen a la esposa y al niño dejado en Cuba.

María del Carmen vive en Playa con Robertico; Maby en Centro Habana con el hijo de 6 años, y Jacqueline en Santa María del Rosario con su pequeña Elianne. Asumieron el hogar y la atención del hijo común. Cada semana reciben la llamada del esposo, quien a veces pospone la comunicación o habla con apuro, por razones de costo. Si conversan con el padre, el hermano o el pariente de Miami que ayudó al marido, entonces indagan por el su comportamiento.

Cada una lleva tres años de espera e incertidumbre. Piensan en la reunificación familiar y soportan el asedio del vecino, el amigo o el jefe de la oficina. Pero el reencuentro depende de factores externos, pues para optar por la ciudadanía norteamericana hay que vivir en el país cinco años, y ser residente legal. Esto facilita la reclamación.

Los jóvenes que presionan a los familiares de la mujer para que les financien el viaje ponen al hijo de ambos por el medio. Si ella se va y no se los lleva, pierden la jugada. Por eso les niegan el poder sobre la patria potestad del menor. El esposo de Maby simplificó su táctica en una oración: “Yo primero; si no, me quedo con el niño y te vas sola”.

Como la mujer no es amiga de montarse en una balsa o escapar con el muchacho, admite la riesgosa salida del cónyuge por un tercer país o por vía marítima. Quienes se van con carta de invitación hacia Costa Rica, Chile o Panamá (escalas hacia los Estados Unidos) no pueden irse con su familia, pues el Estado cubano bloquea tal alternativa y prohíbe la salida provisional de los menores.

En estas historias el final suele ser inesperado. Algunos hombres rehacen su vida en México, Miami o New York y se olvidan del convenio con la esposa y la familia. A veces sucede lo contrario. En ocasiones la mujer se busca un novio que la invita a España y no regresa a la isla ni busca al ex marido. Si el novio extranjero es enviado por el propio esposo, el enroque favorece el reencuentro.

Las mujeres que no soportan la soledad se buscan un amante mientras el marido hace los trámites de reunificación familiar. Esto las lleva a la ruptura o la espera apacible. Es la variante clásica de las jóvenes que sostienen relaciones con un italiano o un español que no se las lleva porque es casado.

Hasta ahora, María del Carmen, Maby y Jacqueline esperan a su marido como Penélope a Ulises en Ítaca; pero en esta isla del Caribe cuando el marido hace una raya en el agua puede pasar cualquier cosa. El tiempo y las circunstancias desencadenan finales inesperados.

 

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