Pobre si, canalla no

Tania Díaz Castro  

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Hace algunos años, en el periódico Diario de las Américas, de Miami, se publicó una crónica escrita por un exiliado cubano acusando a su pueblo de canalla, porque no se rebelaba contra la dictadura de Fidel Castro. Guardo esa crónica porque siempre me quedé con el deseo de responderle. 

Es cierto que el pueblo cubano está enfermo, que un régimen totalitario no sólo adormece a las masas, como señaló Gustave Le Bon, sino que, además, oculta las técnicas con las que son esclavizadas. Pero de ahí, a llamarlo canalla, hay un largo trecho.   

Por lo general, no son los pueblos los que se rebelan con la pluma o con las armas contra las tiranías. Recordemos lo que ocurrió el 9 de abril de 1958, cuando la organización clandestina  26 de Julio convocó a una huelga general al pueblo cubano, que nunca se realizó. Se dijo que el fracaso se debía a la incompetencia de los líderes opositores, que las condiciones sociopolíticas del país no estaban maduras. Falso. Sencillamente, el pueblo no estaba dispuesto a perder sus plazas laborales, a dejar en la miseria a la familia, sólo por asuntos políticos.  

Eso ocurre ahora en Cuba, y con mayor razón. Hábilmente el régimen se adueñó de los medios de producción y todo lo demás, convirtiendo a los cubanos en sus asalariados, totalmente dependientes del Estado. Una simple frase contra el régimen en una reunión laboral, un chasquido de lengua o una mirada indiferente, pueden llevar a cualquier ciudadano a perder su empleo o ser expulsado de su escuela. 

Entonces, ¿qué puede hacer la población contra un comunismo bien aferrado al poder? Sencillamente callar, fingir, tratar de irse por la tangente con un negocito particular, cuando se lo permiten, o lo que es peor: lanzarse al mar y enfrentarse a los tiburones.  

Debemos además, tener en cuenta que el pueblo cubano es joven, que disfrutó muy poco de una verdadera democracia, que está aislado y desinformado. Pedirle que se rebele con piedras y palos, contra un ejército bien entrenado y el más numeroso del continente latinoamericano, es pedir demasiado.