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26 de enero de 2009
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¡Quién iba a decirlo!

Oscar Mario González 

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Cuando Yosvani se sentía acariciado por la mirada insinuante de aquella pelirroja de ojos verdes sentada a su lado en un banco del parque El Curita (o de los travestis), le parecía que andaba entre nubes y que aquella realidad era un regalo de todos los santos.

Acababa de llegar del caserío Punto Muerto, cerca de Palmarito de Cauto, en el oriente de Cuba. Y de pronto se veía favorecido por la presencia de una joven mujer, cuyo mayor atractivo eran un par de rizos que revoleteaban sobre un cuello delicado. Tal detalle le imprimía un pronunciado acento de feminidad y delicadeza.

Todo en ella anunciaba a la hembra cultivada en los pormenores propios del sexo, aunque justo es decir que a veces, sobre la fragancia del perfume que usaba, se percibía un cierto tufo a sudor de potra desbocada. Pero eran lapsos repentinos y fugaces reprimidos por la verde luz esmeralda de unos ojos tiernos e imploradores. 
                               
Sin saber cómo y sin premeditación, se trasladaron al vecino parque de la Fraternidad donde la ausencia de iluminación favorecía sus ansias. En el fragor de la calentura Yosvani metió la mano bajo la saya y, para desconcierto suyo, se encontró con el “fenómeno”. ¡Quién iba a decirlo!

La reacción fue de ira ante lo que consideraba una burla y una estafa. La falsa mujer cayó al suelo y desde allí, con los labios sangrantes, suplicaba y gemía. El forastero se conmovió…. y perdonó.

La muchacha resultó ser un exitoso trabajador por cuenta propia que cambiaría el destino del advenedizo. Lo incluyó en su libreta de racionamiento y en el registro de vecinos, otorgándole así residencia legal en la capital. Le facilitó el amparo y la anuencia de los “factores del barrio”: Comité de Defensa de la Revolución, delegado del Poder Popular y del jefe del sector de la Policía Nacional Revolucionaria, entre otros. Así pues, la estrella de la suerte de Yosvani aparecía en la persona de aquel cubano “luchador” y “buscavida” que, además de ser dadivoso con las autoridades lugareñas les servía de informante cuando así lo requerían. 

                                                                                                                                
Dicen que viven felices, y la mutua comprensión sólo se eclipsa por los celos excesivos de Yosvani quien, entre otras cosas, le prohibió a su amante volver a sentarse sola en el parque El Curita.

Cuando la noticia se supo en Punto Muerto, fue la comidilla del pueblo. ¡Quién iba a decirlo!  El suceso pasó a formar parte de la historia de un  lugar donde nunca sucedía nada,  y la quietud, la modorra y la insignificancia geográfica y cultural impedían cualquier hecho novedoso.

Nadie se explicaba cómo Yosvani, siempre alegre, parrandero y enamoradizo; amigo del jolgorio y de las serenatas a la luz de la luna pudo haberse desviado por tal camino. ¡Quién iba a decirlo!

Todo indica que Pancho “el loco”, a quien nadie daba crédito, siempre estuvo claro cuando aseguraba que Yosvani, desde muchacho, “llevaba en el alma la bayamesa”.

 

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