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23 de enero de 2009
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¡A trabajar se ha dicho!

José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - La información entregada por La Habana a varios organismos internacionales interesados en el tema, especifica que en Cuba el desempleo es de 1,9%. Es decir: aquí no hay desempleados.

En esas estadísticas parece que algo no está muy claro, porque en la isla hay una campaña permanente con una gran dosis de presión psicológica, en la que se exhorta a la ciudadanía a trabajar. 

Grandes vallas en lugares de mucho tráfico peatonal y automovilístico con frases de José Martí bendiciendo el trabajo; otras donde se observa a hormigas cosechadoras con su carga a cuestas en la que una de ellas dice: “Nosotras trabajamos, ¿y tú?”. 

Propaganda televisiva en la que se asegura que sólo del trabajo se obtiene la riqueza, cartas de lectores publicadas en el diario Granma donde se sugieren algunas de las medidas que deben de tomarse con los que no quieren trabajar, y declaraciones sobre el tema de no pocos jerarcas del régimen, dan idea de la situación. 

Al parecer, los cubanos que tienen poca o ninguna motivación para trabajar son bastantes. Analizar los motivos de tal desinterés de forma pública y “a  camisa quitada” no es algo que luzca atractivo para el gobierno 

El salario promedio diario, de acuerdo con cifras oficiales, es de 17 pesos. Un paquete cualquiera de galletitas de dulces cuesta en las propias tiendas del Estado más de veinte pesos. Es en extremo difícil encontrar en la isla a alguien que crea que es posible vivir con el salario.  

Pero también está el aspecto moral del asunto. Fidel Castro aseguró en su momento que el “socialismo es la ciencia del ejemplo”. Pero ocurre que ninguno de los dirigentes comunistas en el poder desde hace medio siglo, ha hecho aporte alguno al producto Interno Bruto de la Nación. Primero fueron estudiantes, luego guerrilleros y desde hace cincuenta años dirigentes. Es cierto que ya todos son ancianos, pero sus hijos y nietos, ¿por qué no trabajan de verdad? 

Desde los primeros días de la llegada al poder en 1959 están asegurando que odian el nepotismo,  pero nadie en Cuba conoce que alguno de sus descendientes sea obrero. Todos son gerentes, directores de algo, altos oficiales del ejército o jefes de escolta. 

Esos cargos, como son importantes, justifican en alguna medida que tengan buenos autos, casas confortables en barriadas exclusivas, viajes al extranjero y otros privilegios. 
En los años de aventuras bélicas en África tampoco se conoció que muriera o fuera herido en combate algún “hijo de papá”. Los miles de cubanos que en ese continente perdieron la vida o quedaron mutilados, eran hijos de humildes ciudadanos. 

Ahora se exige que los ciudadanos entreguen su sudor en la creación de bienes materiales porque la elite necesita seguir siendo lo que es. 

Los gobernantes desean que el sacrificio de los gobernados sea  eterno. A trabajar se ha dicho. El juego del esqueleto debe permanecer invariable.

fornarisjo@yahoo.com 

 

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