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23 de enero de 2009
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Un cubano más 

Miriam Leiva

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Ese joven inteligente, ecuánime y entusiasta parece el cubano que todos esperan. Puede ser el hijo del vecino o el  propio.  Pero Barack Obama es el Presidente de los Estados Unidos de América, del imperialismo enemigo durante 50 años.  

Difícil resulta  para el gobierno cubano  desbaratar la ilusión  popular de que por fin se relajará la tensión y los cubanos podremos dedicarnos a trabajar armoniosa y libremente para recomponer nuestro maltrecho país. Por todas partes en el archipiélago se habla sobre la toma de posesión, unos la han visto en “los canales de afuera”; otros la han escuchado por la radio también “de afuera”. 

Atacar a Barack Obama no ha sido posible aún. El conmocionó toda la propaganda divulgada durante años en Cuba. Además, ha augurado importantes modificaciones en la política y mostrado disposición a una diplomacia proactiva. Por tanto,  los medios de difusión se han concentrado en cuestiones banales y otras lógicas, como los grandes operativos desplegados para garantizar su seguridad durante la euforia del pueblo espontáneamente congregado para  las actividades en Washington. En el programa Mesa Redonda de la televisión cubana (que casi nadie ve), los argumentos caen al vacío. 

Las promesas incumplidas y la ausencia de Fidel Castro deslucieron la conmemoración del aniversario 50 del triunfo de la revolución eterna. Las esperanzas se frustraron por las posposiciones de las transformaciones estructurales y de concepto auguradas por Raúl Castro y, sobre todo por el reclamo de nuevos sacrificios y represión. Cuba ha sido una joven suspendida en el tiempo, que se avejenta al ver a sus hijos aletargados con la ilusión de escapar porque no encuentran opción para llevar una vida decorosa y creadora. Paradójicamente, el gobierno que ha pasado tanto tiempo enseñando que el enemigo está a 90 millas, ha empujado la mirada hacia el norte como vía de escape. 
El levantamiento de las restricciones de viajes y los envíos de remesas prometidos por Obama, podrían comenzar pronto. Permitirían abrazar a familiares y amigos, así como aliviar las grandes carencias cotidianas, especialmente para quienes hayan sufrido los embates de los recientes huracanes. Los intercambios académicos, culturales, deportivos y científicos serían bienvenidos.

El fin del embargo compete al Congreso y supondría un período de conversaciones entre ambos gobiernos y, fundamentalmente, lógicos pasos también por parte de las autoridades de Cuba, en particular la liberación de los prisioneros de conciencia. No se trataría de gestos de toma y daca, sino de progreso lógico. 

Si no existiera el tira y encoge del embargo, el bloqueo no resultaría la madre de todos los pretextos para decidir la vida y obra de los isleños, y de las justificaciones de los errores económicos y las restricciones impuestas por el gobierno de Cuba. Pero los problemas tenemos que resolverlos los cubanos, de adentro y de afuera. Los gobernantes tienen el papel fundamental para echar a andar los cambios indispensables.  Los gobernados tenemos que empujar unidos en paz para reconstruir nuestro país, material y espiritualmente. Los hermanos cubanos residentes en el exterior, fundamentalmente en Estados Unidos, podrían contribuir al favorecer lo realmente provechoso para los de adentro. Los tres factores tenemos que priorizar los intereses de la Patria. 

Las relaciones normales entre Cuba y Estados Unidos podrían alcanzarse sobre la base del respeto mutuo y la colaboración soberana y amistosa. Sin embargo, no debe esperarse que el Presidente Obama pueda cambiar la confrontación de 50 años en poco tiempo. También el Presidente Raúl Castro tendría que cumplir sus ofertas de conversar y procurar entendimiento.

 

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