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20 de enero de 2009
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Empujar al país

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Si el castellano no se equivoca y empujar quiere decir hacer fuerza contra una cosa para moverla, entiendo entonces los versos del poeta Miguel Barnet: “Yo soy el que anda por ahí empujando un país”, poema que dedicó a través de la prensa oficialista a los trabajadores cubanos, como regalo de año nuevo.  

Buen poema y buena idea para expresar cómo ha sido su vida desde que se inició en la cultura cubana con un hermoso libro, La piedra fina y el pavo real, hasta llegar a la cúpula del poder político, y cómo es de inamovible este régimen que Miguelito empuja, en un país detenido en el tiempo que cuenta y vuelve a contar la misma historia, con su culto a su principal creador y sus disidentes y opositores perseguidos, encarcelados, eliminados.  

Aquel poeta que una vez fue libre como los pájaros del monte, hoy, desde su oficina de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, dijo que los escritores y artistas están obligados a cumplir los objetivos trazados por el séptimo congreso de esa organización. 

Los objetivos son los mismos que se han impuesto durante cinco décadas: ser portadores de la memoria histórica, cosa de salvaguardarla para el futuro y ser cada vez mejores en las acciones creadoras. En otras palabras: seguir escribiendo a favor de la epopeya del Moncada, del Granma, de las guerrillas de Fidel Castro y de sus 50 años de gobierno. Nada más y nada menos.  

Estos objetivos están bien pensados. Reconocer que la literatura cubana apenas ha utilizado esas historias, es una realidad que golpea al régimen. Es posible que la obra más importante de esa memoria histórica se haya escrito y publicado en el exilio, sobre todo en Estados Unidos y España.

Basta mencionar a Carlos A. Montaner, Guillermo Cabrera Infante y a Manuel  Márquez Sterling. 

La escritora Graciela Pogolotti, en su libro Elogio de la locura, hizo hincapié en que los primeros tiempos de la UNEAC taladran conciencias. También Abel Prieto, hoy Ministro de Cultura, en 1990 expresó a la Revista Bohemia su inconformidad con los métodos, estalinistas de la organización desde que se fundó.   

¿Quiénes serán los funcionarios del arte que en un futuro, tal vez cercano, señalen los errores cometidos por la UNEAC? Recordemos la labor represiva de la policía política contra escritores disidentes, hoy muchos de ellos en prisión y en el exilio, represión que la UNEAC apoya con su silencio.

Por suerte, hay hombres y mujeres en Cuba, miembros de la prensa independiente, uno de los hechos más relevantes dentro de la dictadura castrista, que han perdido el miedo y escriben con el propósito de salvaguardar nuestra verdadera memoria histórica, la que recoja el dolor de nuestro pueblo por medio siglo de dictadura.

 

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