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19 de enero de 2009
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El incendio de Guáimaro

Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) – El incendio de Guáimaro, provincia Camagüey, en abril de 1869 por los cubanos insurrectos, es una página de la historia casi olvidada. Ni siquiera los textos escolares suelen registrar el suceso.

Sin embargo, aunque respondiendo a las mismas razones, el incendio de Bayamo, ocurrido tres meses antes, el 12 de enero de 1869, es muy recordado como efemérides patriótica de primer orden. Bayamo primero, Guáimaro después, en manos de los mambises, y contando con la simpatía de los pobladores, optaron por la quema al conocerse que el general y Capitán General de la Isla, conde de Balmaseda, se aproximaba, con tropas muy superiores a esas ciudades, con el propósito de recuperarlas para la Corona.

El 10 de octubre de 1868, el abogado cubano Carlos Manuel de Céspedes, en su ingenio azucarero La Demajagua, leyó el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, contentivo de la situación oprobiosa del país y los ideales independentistas. Céspedes libertó a sus esclavos, que le siguieron bajo el grito de ¡Viva Cuba Libre! Se iniciaba la Guerra de los Diez Años.

En su marcha hacia Bayamo, objetivo inmediato de liberación, los insurrectos ocuparon momentáneamente varios pueblos, entre ellos, donde resonó otra vez el grito de independencia.

El gobernador de Bayamo, Julián Udaeta, se rindió a los rebeldes tras 48 horas de resistencia en el edificio de la prisión. La columna del coronel Campillo, enviada desde Manzanillo, y la del coronel Quirós desde Santiago de Cuba, fueron aniquiladas. Bayamo fue liberado. Se izó la bandera de Céspedes y se entonó por primera vez el Himno Nacional.

Mientras, la revolución se había extendido por Oriente y Camagüey. El foco insurreccional tomó fuerza especial en esta provincia. Su punto de partida fue la sublevación, en Las Clavellinas, conducida por los patriotas Salvador Cisneros Betancourt, Ignacio Agramonte, los hermanos Augusto y Repolledo Arango, y otros patriotas. Céspedes, en su condición de Presidente de la República en Armas, pasó a ese territorio y proclamó la Asamblea de Guáimaro como la representación legal de la República.

El fuego no se detuvo en Bayamo y Guáimaro. La tea incendiaria de los mambises devastó ciudades y campos. Pero estas poblaciones, convertidas en cenizas para no caer en manos enemigas, pasarían a la historia como símbolo de la rebeldía nacional.

cosanoalen@yahoo.com

 

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