Castrismo, política y béisbol (II parte. Final)

René Gómez Manzano

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Volviendo a los deportes, hay que recordar que en un par de meses comenzará el segundo Clásico Mundial de Béisbol. Hace apenas unas horas las autoridades anunciaron a los atletas preseleccionados para representar a nuestra Patria en ese evento, y una vez más nuestro país tendrá la desventaja de ser el único que no contará en su equipo con los peloteros que han triunfado en las Grandes Ligas y otros circuitos profesionales altamente competitivos.

A tanto llega el inmovilismo nacional que ni siquiera inmuta a los dirigentes el hecho de que los países que los acompañan en el llamado “socialismo del siglo XXI”, admitan la participación de sus deportistas profesionales radicados en el extranjero en los equipos que asisten a competencias internacionales. Los castristas, que repiten hasta el aburrimiento que  “revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado”,  niegan a los peloteros la posibilidad de tomar parte en el clásico, y defender  los colores patrios. Se trata de un despojo, tanto para los atletas como para la población en general.

Esta decisión resulta tanto más absurda cuando la generalidad de los cubanos sigue admirando a los compatriotas que juegan en las Grandes Ligas, y verían con buenos ojos que también ellos dieran su aporte al triunfo de nuestro equipo.

Por ello, ante el anquilosamiento y la falta de imaginación que muestra el gobierno,  corresponde hablar a los deportistas que tan alto han puesto el nombre de Cuba en el circuito más competitivo del béisbol mundial.

Frente al régimen que no los ha tomado en cuenta, sería magnífico que ellos levantaran sus voces, proclamando públicamente su disposición a defender, junto a sus colegas que permanecen en Cuba, los colores de la Patria.

La iniciativa puede recabar el apoyo de aquellos compatriotas a los que aludía anteriormente y que, indignados por la forma en que se manipulan las victorias de los equipos de la Isla, prefieren que éstos pierdan. 

También estos cubanos podrían respaldar una campaña de ese tipo, porque las alternativas están definidas. Si el régimen rechazara o dejase sin respuesta el ofrecimiento de nuestros deportistas exiliados, se pondría de manifiesto una vez más su inmovilismo y desinterés por las glorias deportivas de la Patria, y su actitud recibiría  el rechazo de la mayoría de nuestra población.  Si por el contrario, el gobierno tuviera la sensatez de aceptar el ofrecimiento y cambiar su política, entonces se habría cerrado el capítulo de las manipulaciones en este campo, pues sólo el más completo ridículo cubriría a aquellos de sus paniaguados que pretendiesen presentar como un logro del socialismo, la victoria de un equipo integrado por deportistas que viven en Cuba y en Estados Unidos.

El paso inicial tendrían que darlo los atletas que, para honra de Cuba, han enaltecido en las Grandes Ligas el nombre de nuestra Patria. ¡Ellos tienen la palabra!

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