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13 de enero de 2009

 

OPINIÓN DE LOS LECTORES
 

Héctor, el hijo de Mirtha la peluquera

Adrián Leiva  

MIAMI, Florida, enero, (www.cubanet.org) -Me encontraba en Key West, cuando recibo una llamada por mi celular. Héctor había fallecido de un infarto cardiaco, lo estaban velando en una funeraria de Miami. 

Dicha así, la noticia no dirá mucho para los cubanos, que fueron jóvenes en La Habana durante los convulsos años de los finales del 60 y buena parte de los 70. 

En cambio, si en vez de Héctor decimos que quien murió fue “Ringo”, el baterista de Los Kent; la noticia toma otra dimensión, para esa generación de cubanos. 

Su velorio fue una emotiva despedida. Un par de baquetas en sus manos lo acompañaron en su ataúd, y la funeraria estaba abarrotada de cubanos que lo admiraron desde su juventud. 

Héctor, vivió durante su niñez y parte de su juventud, en la calle Albear, del reparto Palatino. Desde niño sintió la vocación musical y baquetas en manos se le veía entrar y salir por el pasillo de casa. Por esa época los Beatles, hacían furor en el mundo y su parecido físico con el baterista ingles hizo que todos comenzaran a llamarle Ringo. 

Los años finales de los 60 y parte de los 70, la juventud cubana, principalmente la habanera, sucumbía a la influencia de las modas internacionales y a pesar de la represión, tuvimos un “movimiento hippie” a la cubana. 

Miles de jóvenes, deambulaban por la capital de Cuba, vestidos con la moda de la época. Los parques, la populosa Rampa del Vedado, las playas, eran los escenarios, donde esta juventud, mostraba su rebeldía, desafiando con su aspecto y sus actos los dogmas que imponía el gobierno comunista. 

En el ámbito cultural la censura, descalificaba automáticamente todo lo llegado desde el mundo occidental. El rock, era una herejía.  

En ese contexto surgió, entre otros, el más versátil y famoso grupo cubano de rock: “Los Kent”.

Cualquier fiesta privada donde tocaran Los Kent devenía el acontecimiento de la semana. La noticia corría de boca en boca se trasmitía por toda la capital y todo el mundo trataba, de algún modo, de “colarse” en la fiesta, si no estaba invitado. 

Héctor continuo tocando en grupos musicales durante su vida en Estados Unidos y la noche de su muerte debía tocar en un centro de Miami. 

Su batería permanece en silencio, sus inquietas manos, en calma. El recuerdo queda en la memoria de los que ya peinamos canas, como parte de nuestras vidas, de la juventud que pasamos aferrados a vivir con el alma en libertad y sin dogmas.

Ringo o Héctor, el hijo de Mirtha la peluquera, nuestro vecino del reparto, sigue entre nosotros. 

 

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