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12 de enero de 2009
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Año nuevo, crisis vieja

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) -Los embates de la crisis económica mundial pasan inadvertidos por las cuarterías de la Habana Vieja. Es probable que sus moradores piensen en  otro alarde mediático o en un lejano asunto que no merece la menor atención.

Allí no hay tiempo para detenerse en fenómenos extraterritoriales. Esas zonas tienen sus turbulencias propias y permanentes. Con un simple periplo visual queda explicado el porqué de esa indiferencia ante el sonido de las alarmas y las voces que auguran un repunte de las tragedias a escala universal.

No sólo los inquilinos de esas aldeas urbanas soportan las ventoleras que dejan el racionamiento, la incertidumbre de morir aplastado por un derrumbe, los salarios de humo, el asalto preciso y agobiante del hedor de las heces humanas y caninas, los desperdicios sin recoger y el río albañal. Un breve resumen de la ornamentación que caracteriza a gran parte de Ciudad de La Habana.

Este es un paisaje nacional donde están presentes millones de ciudadanos inmersos en el dilema de la supervivencia. La Habana Vieja es un referente, una brizna del descalabro. Podría ser también la foto gris y ajada que encabeza el álbum de una historia protagonizada por tres generaciones y desarrollada en el mismo escenario.

Leer sobre la crisis internacional en la prensa cubana es una acción mecánica con muy pocas posibilidades de incitar a una reflexión responsable. Habría que ver tal actitud como una reacción normal de personas sometidas a un indiscriminado bombardeo retórico que en vez de destruir sus incertidumbres ha quebrado sus esperanzas.

La personalidad del cubano ha sufrido notables transformaciones que se enmarcan dentro de la órbita de una revolución excedida en sus postulados de emancipación y otras motivaciones más familiarizadas con el romanticismo que con un universo real de perspectivas.

¿De qué otra manera reaccionaría una población obligada a adoptar posiciones políticas, muchas veces antagónicas a su legítimo pensamiento, a causa del miedo?

¿No es psicológicamente devastador tener que delinquir para poder cubrir necesidades de primer orden? Hay una cosa muy clara, y es que el paternalismo llevado a los extremos concluye en percepciones  que denotan una relación deshumanizante.  El ciudadano se impersonaliza desde el poder y pasa a formar parte de un rebaño que obedece, a ciegas, al constatar que las alternativas de sobrevivencia más allá del corral son nulas.

La apatía ante la desgracia ajena es una respuesta defensiva. Una postura con la que el cubano de hoy canaliza frustraciones, resentimientos, tensiones, impotencia.

En medio de la bruma hay destellos de civilidad, pero esto apenas sirve para restarle algunos puntos a las perversiones del espíritu. Al menos esto último no tiene valores absolutos y eso en medio de las dimensiones de la debacle social cobra una notable importancia. 

La crisis en Cuba es un elemento que toca fondo y se levanta. El tramo a recorrer es discreto. Es por eso que apenas se nota la elevación y el descenso. Para 2009 hay que prepararse para otro ciclo de penurias, lo advierten funcionarios de todos los rangos para que los ilusos comiencen a demoler sus ilusiones.

Terminar 2008 con 8 onzas de picadillo de res per cápita resultó ser un acontecimiento pleno de sorpresas y angustias. Fue el obsequio del estado benefactor para la cena de fin de año. Según el adagio “siempre que llueve escampa”, el viejo Andrés dice que aquí llegó el diluvio y con vientos fuerza 5 en la escala Safir-Simpson. No se equivoca.
Se le olvidó hablar de los rayos y el tronar de la desesperanza. Seguimos en crisis.

oliverajorge75@yahoo.com

 

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