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12 de enero de 2009
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Ante el amigo que no es cierto

José Hugo Fernández 

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Como en Cuba todo ocurre al revés, y para mal, ahora proyectan trasladarnos desde el infierno al purgatorio. Sería esperanzador si no constituyera un paso atrás, aún cuando desde afuera sea visto como un avance.  

Esto último explica en parte la aprobación que hoy recibe nuestro régimen desde el exterior, una aprobación que es connivencia a veces, y otras veces es complicidad.

Entre los desvaríos de la derecha y los dislates de la izquierda internacionales, el cubano de a pie boquea, más perdido que un pingüino en medio del Sahara. No es un reproche, al cual tal vez no tengamos derecho, puesto que ningún extranjero puede ni debe hacer lo que sólo a nosotros nos corresponde.

Lo que trato de decir es que están resultando desproporcionadas las expectativas y los reclamos y hasta las quejas que hoy discurren entre unos y otros bandos en torno al programa de visitas a la Isla diseñado (con muy sospechosa coincidencia en las fechas) por varios presidentes latinoamericanos.   

Curiosamente, los cubanos de a pie son los únicos que asumen sin frío ni calor el huéleme la colcha de estos nuevos demócratas del continente. No nos van ni nos vienen connivencias y complicidades de los Torrijo, los Fernández de Kirchner, los Bachelet, los Correa, los Lula, los Calderon y otras hierbas, sencillamente porque ninguno cuenta para nada en nuestros planes.

Sabemos de antemano que el papel de tales visitantes es venir aquí como quien va al zoológico. Su cercanía, digamos humana con el entorno, se limita al roce con quien cobra el cover en la puerta. En tanto, los ejemplares en exhibición son apenas vistos desde prudente distancia, con barreras mediante.  

Ninguno de esos presidentes ha tenido, ni tiene, ni tendrá a corto plazo la más leve idea de lo que realmente es Cuba en sus entrañas. Tampoco es algo que al parecer les interese. De la misma manera que nuestra gente de abajo no los conoce a ellos, ni cifra la menor esperanza en sus posibles gestiones. Les basta y sobra con saber que la mayoría de estos presidentes son deudores del régimen (que no del pueblo), toda vez que en un pasado reciente recibieron su apoyo material o de algún otro tipo para campañas políticas.

No es que desaprobemos las buenas intenciones de quienes entienden que estos visitantes debieran mostrar al menos el pudor de escuchar los argumentos de la disidencia interna. No es que no entendamos la transparencia de ánimos de los que se escandalizan al ver convertidos en compinches de nuestra dictadura a luchadores contra las dictaduras de sus países respectivos.

La cuestión es mucho más sencilla. Y otra vez el pueblo da pruebas de ser el primero a la hora de profundizarla, quizás por su perenne comunión con el refranero: “Ante el amigo que no es cierto, con la boca cerrada y el ojo abierto”. 

 

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