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8 de enero de 2009
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El picadillo del 31 

Oscar Mario González    

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Cuando el lunes 29 de diciembre escuché decir que estaban  vendiendo media libra de picadillo de carne de res per cápita por la libreta de racionamiento, mi primera reacción fue de incredulidad. No podía creer semejante anuncio.

Aunque el gobierno siempre trata de vender algún que otro producto “extra” para festejar cada nuevo aniversario de la revolución, la carne de res, si mi memoria no falla, desapareció de la época navideña desde hace más de veinte años.

Tiempos hubo en que no había nada extra y tuvimos que esperar el nuevo año “en blanco”; otros, en que se vendía un pedazo de carne de cerdo u otro alimento. Hubo un año, no tan distante, cuando lo venta extraordinaria para la despedida del año se limitó a tres cuartos de libra de calamares, con sus tripas, por persona.

Dice Domitila, la mujer del CVP (integrante del Comité de Vigilancia y Protección, custodio o sereno de un centro laboral), que su estómago se  asustó con la carne de res, por la falta de costumbre, y estuvo tres días con diarreas. Que entre cocimientos de manzanilla y escoba amarga se pasó la vigilia del nuevo año y de tanta “flojera” no sintió ni los cañonazos que para saludar el acontecimiento lanzaron desde la fortaleza de La Cabaña.

Pancracio, el que maneja el camión de comunales (carro de la basura), dice que uno se acostumbra de tal modo a lo malo que el picadillo de soya se le “figura” más sabroso. Esto se debe a los tantos años de “soyalismo” que el comandante nos ha hecho pasar desde que el comunismo desapareciera en la vieja Europa y con él, los subsidios.

Por su parte, Waldina, la costurera especializada en remiendos invisibles, hace saber que guardó el producto para hacer albóndigas, porque un buen picadillo a la criolla, para ser tal, necesita de aceitunas, pasas y alcaparras. De lo contrario, no es lo que debe ser, sino uno más de los inventos culinarios engendrados por la miseria revolucionaria.

Los hijos de Engracia, dos hembritas y un varoncito, acostumbrados a la pizza, la tortilla y las frituras, prefieren que se utilice el picadillo en la elaboración de croquetas; de esas con mucha harina de trigo, que suelen pegarse al cielo de la boca, pero que al menos no explotan al freírse, como hacen las que vende el gobierno.

Así pues los cubanos hemos pasado este fin de año, entre tristezas y alegrías, porque pese a todo estamos vivos y ello, luego de medio siglo de maromas y peripecias por la subsistencia, es un verdadero milagro del cual debemos estar agradecidos al Altísimo.
Y que vengan muchos años más, porque la vida, por muy amarga que sea, siempre vale la pena vivirla. El próximo año no pinta nada halagüeño; según todos los pronósticos y predicciones promete ser de los peores. Todo parece indicar que 2009 depara para los cubanos mucha sofocación y poca alimentación; enorme obediencia ante grandes exigencias; cinturones apretados y bocas calladas.

El gobierno ha bautizado a 2009 como “Año 50 de la Revolución”, pero el pueblo prefiere llamarle “Año de la Chiva Suelta”, pues, como dice la popular expresión cubana, parece que no habrá “ni dónde amarrar la chiva.

 

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