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7 de enero de 2009
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Aumenta la violencia

José Manuel Caraballo Bravo, APLA

MORÓN, Cuba, enero (www.cubanet.org) – En la pequeña ciudad de Morón existen lugares como Plaza La Victoria, Pista de La Juventud, la calle situada frente al parque Martí, donde se reúnen los adolescentes para divertirse. Con frecuencia escuchamos que en ellos se producen hechos violentos y la sangre  corre, debido a heridas ocasionadas por punzones, navajas, cuchillos, machetes y botellas rotas.

Generalmente los adolescentes se preocupan por cuidar su imagen  y embellecer su cuerpo; los varones, en específico, luchan por  fortalecerse y desarrollar su musculatura. Los jóvenes cubanos, no son la excepción; van a gimnasios para mejorar sus cuerpos y pagan lo que no tienen por tratamientos de belleza. En muchos casos llegan al narcisismo.


Los que pueden pagar por ellas, optan por practicar las artes marciales, que se han puesto de moda, no como defensa personal, sino como arma ofensiva de combate que pone en desventaja al rival cuando se produce un altercado. Los muchachos más pobres, que no poseen recursos económicos para pagar por clases de artes marciales y gimnasios, al verse en desventaja recurren con frecuencia al uso de armas blancas para defenderse o canalizar su violencia. Estos son muchachos que trabajan de madrugada pedaleando en los bicitaxis, vendiendo ropa traída del exterior, asediando a los turistas o practicando la prostitución.

Los adolescentes cubanos se vuelven cada vez más violentos, han confundido la fuerza física, adquirida en los gimnasios, con la agresividad. Si en Cuba comprar un arma de fuego fuera tan fácil como en los Estados Unidos, país que el régimen cubano toma siempre como ejemplo de lo que no debe ser una sociedad, los índices proporcionales de muertes por armas de fuego en nuestro país, seguramente superarían con creces los estadounidenses.

El rápido aumento de la agresividad entre los adolescentes es alarmante, no sólo en las calles, también en los hogares y en las escuelas. Del mismo modo que las autoridades cubanas se preocupan por eliminar los prejuicios contra la diversidad sexual a través del Centro Nacional de Educación Sexual, o colocan líneas telefónicas para que los miembros de los Comités de Defensa de la Revolución denuncien a sus vecinos, deberían preocuparse por desarrollar un programa para combatir los crecientes índices de violencia entre los jóvenes, que reflejan la descomposición de nuestra sociedad.

 

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