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¿Qué diría Martí?  

Miguel Saludes 

MIAMI, Florida, diciembre, www.cubanet.org -Los actos de repudio escenificados en La Habana contra las Damas de Blanco, teniendo como marco el día internacional de los derechos humanos, constituyeron una triste jornada para Cuba. Una más en la sumatoria de hechos similares acumulados para vergüenza de un gobierno que se resiste a reconocer las libertades que son inherentes a toda persona. Las reacciones que provocan las imágenes de esa repulsiva acción, conforman un arco que va desde la tristeza hasta el más profundo desprecio por los que se prestaron a tamaña aberración.  

La indignidad de esta gritería organizada quedó superada por el valor de las mujeres que no se dejaron amedrentar. A pesar de haber sufrido una violenta demostración el día antes, ellas volvieron a salir a las calles. Y hoy lo vuelven a hacer. Coraje y decoro que dignifican el orgullo de sentirse cubano.  

¿Cuántos lograron reunir para esta acción violenta? Quinientos, mil...dos mil… Se aprecia el esfuerzo que tuvieron que hacer los represivos a la hora de movilizar a su “partidarios.” No eran tantos los gritones si se tiene en cuenta que fueron mucho más los que desde aceras aledañas, tal vez con desprecio y seguro con terror, permanecieron como mudos testigos de la asonada porrista. Pero su apatía en el sentido cívico, se convierte en significativo paso de avance al no engrosar la masa del piquete totalitario. 
 
Bastan esos breves minutos que duran los reportajes para comprender el horror que se esconde tras los actos de repudio. Aunque digan que se trata de una reacción espontánea, la realidad delata la mentira. Incluso escapan detalles en las frases de algunos protagonistas de la violencia. Por ejemplo, la mujer contenida por los agentes de civil que pregunta en alta voz para qué la llevaron allí. O el energúmeno que le cae a manotazos al auto de un diplomático y recibe la amonestación del agente que le conmina a no hacer eso. ¡Eso no! La evidencia de un límite establecido por los orquestadores del acto.

Impacta la presencia festiva de dos jovencitas, vestidas en uniforme escolar, que a golpe de conga y muertas de risa, se prestan a esta horripilante mascarada. Cerca de ellas, casi en paralelo caminan Julia Núñez, Berta Soler y Laura Pollán. Todas pueden ser madres de las muchachas.  

¡Negra que haces ahí! Recrimina una de las vociferantes a Berta. Concepto racista que se desprende de un axioma tantas veces repetido en un proceso que no reconoce sus prejuicios.  La Revolución hizo gente al negro. Pero el hijo de Berta está preso por reclamar derechos. Parece que por ser negro no debe reclamarlos, ni su madre protestar por la injusticia que pesa sobre el hijo.

En momentos como estos recuerdo a Juan, religioso franciscano que fuera párroco de Cojimar. Cuando alguien cuestionaba como interiorizar situaciones negativas, tanto en la sociedad como en la vida personal, el sacerdote simplemente colocaba al individuo en la perspectiva evangélica. ¿Qué haría Jesús ante una situación similar? ¿Cuáles serían sus sentimientos y palabras? ¿Cómo reaccionaría?  

El ejercicio espiritual puede aplicarse por igual a ese proceso que tiene por origen una Revolución marcada con el sello martiano. Tomando a José Martí por emblema de identidad, habría que contraponer su personalidad con las acciones cometidas por los que dicen ser seguidores de su ideal. ¿Cómo reaccionaría Martí, ante los incidentes ocurridos en su patria por estos días? El hombre universal, de palabra amable, que no daba espacio al odio, dando la rosa blanca sin distinciones entre amigos o enemigos, ¿se consideraría honrado por esa muchedumbre de cubanos gritando improperios contra otros cubanos? ¿Cómo se sentiría el Apóstol de la libertad, que recibió en carne propia la injusticia de la cárcel y el destierro, ante el agravio dirigido a unas mujeres, también cubanas, que pedían por sus presos, castigados injustamente? ¿En que rostros vería reflejado el de su madre? ¿Acaso en los de esas gritonas irreflexivas o en el aquellas madres, esposas e hijas que con serenidad soportaban el escarnio? En fin ¿Cuál sería la valoración del cubano íntegro acerca de la violencia desatada contra las Damas de Blanco?   

Puesto en el lugar del cubano grande siento que no podría estar al lado de un poder que aplica tales métodos contra quienes se resisten a soportar su yugo. Sentiría pena por los que en su nombre dieron la vida en pro de una libertad que terminó pisoteada por la acción de nuevos tiranos. Pena debe sentir el Maestro al verse enarbolado por manos llenas de rabia e histeria, con la pretensión de sembrar el terror a una sociedad amordazada. En cambio inclinaría su rostro aprobando a ese pequeño grupo de mujeres que reúnen en sí todo el valor cívico y humano que no poseen sus atacantes y detractores.

 

 
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