: Cuba: Entre Sol y tierra, la sombra del General 
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Entre Sol y tierra, la sombra del General 

Miguel Saludes 

MIAMI, Florida, agosto, www.cubanet.org -El discurso pronunciado por el general Raúl Castro en ocasión del aniversario cincuenta y seis del Asalto al Moncada quedó centrado en los problemas de orden económico que afectan al país y que constituyen un reto en la agenda del gobernante.  

Fueron pocos los temas tocados por Castro. La mayoría relacionados con la necesidad de la recuperación agrícola. Los asuntos externos quedaron excluidos. Ni siquiera la crisis hondureña tuvo espacio en la alocución del General. Tampoco hubo manifestaciones de simpatías, como ha sido costumbre en jornadas similares, para las hermandades de ocasión. Si acaso la mención de la reunión de los No Alineados, donde Castro entregó la presidencia de la organización.  

La prensa cubana recogió, casi de inmediato, la reacción de algunos ciudadanos ante las palabras del gobernante. Las opiniones seleccionadas, algunas emitidas por militantes del Partido Comunista, no se corresponden con la expectativa de Castro en su llamado a mayor creatividad. Los entrevistados coinciden en exaltar los pronunciamientos de Raúl, en especial para hace énfasis en que los problemas hay que resolverlos trabajando con calidad y eficacia. ¿Acaso puede ser de otra manera?  

Una de las encuestadas por el periódico Juventud Rebelde manifiesta que las palabras de Raúl Castro fueron aleccionadoras, precisas, concisas, en su convocatoria para que la gente se “vire hacia la tierra.” Este asunto es de seguridad nacional, dice otra señora, quien concluye diciendo que ahora toca el turno a las reuniones del Consejo de Ministros y sesiones de la Asamblea Nacional, donde se analizarán esos temas medulares de la economía domestica, mencionados en el discurso. Declaraciones todas que demuestran la inercia que persiste en la sociedad cubana, el mimetismo y la capacidad de adaptación de sus miembros a las nuevas condiciones impuestas desde el poder.  

Que la cuestión no tiene que ver con gritos de Patria o Muerte, la debacle del imperialismo, o a la culpa de bloqueos que no existen o no son, es cosa vieja. El reconocimiento tácito hecho por Castro sobre esas verdades no es una originalidad que él pueda atribuirse.   

Resulta que mucho antes que Raúl Castro mencionara estos problemas, otras voces se habían adelantado para señalar lo que hoy resulta prioritario. Muchos de los que emitieron criterios parecidos a los oficialistas, calificados de aleccionadores y sabios, enfrentan la marginación y el abuso represivo. Otros incluso, han sido encarcelados.
Mientras el gobernante cubano discursaba sobre la eficacia productiva en el campo, la necesidad de liberar la tierra del marabú o la importancia de sembrar árboles dejando a un lado el vicio de las consignas, un grupo de ciudadanos que habían mencionado idénticas irregularidades en años anteriores, permanecen en prisión.

Es bueno que se reconozca que hay que dar gracias a los abuelos por los mangos que hoy se comen algunos en Cuba. Pero debiera reconocerse de igual manera que si no existen cosechas, fruto de las nuevas generaciones, se debe a la ruptura provocada por el sistema socialista tropical implantado a principios de los sesenta. Con las nacientes ideas se perdió el incentivo del trabajo y el amor a la tierra. Los hijos de esos abuelos prefirieron convertirse en los tecnócratas que después exigieron el nylon sin el cual no se podía sembrar las posturas frutales. Ellos a su vez respondían a la voz de ordeno y mando del Jefe de la finca, que proponía sus alucinantes proyectos, verdaderos fracasos que trajeron estas tempestades.

Los planes que vinculaban el estudio con el trabajo agrícola dieron al traste porque los estudiantes involucrados en la tarea jamás quisieron volver a escuchar la palabra agricultura. Los últimos años de este plan, en vías de desaparición bajo la batuta raulista, realmente resultaron la estocada final de un concepto, implantado más para desvincular al joven de la familia y el medio citadino, que para familiarizarlo con el amor al surco pródigo.

Trabajar el campo se convirtió en un esfuerzo engorroso e ingrato. Los intentos de cambiar el curso de esa orientación negativa, terminaron siempre en bruscos timonazos que lanzaron por la borda a los que se empeñaban en levantar vuelo. Estos recibían como premio el corte de alas y la acusación de enriquecimiento desmedido y mentalidad capitalista.

No es a la fuerza que se logra crear productividad. Leyes, decretos, órdenes superiores o conciencia revolucionaria, no son instrumentos adecuados para generar riquezas. Sólo la libertad y el incentivo de la recompensa por el esfuerzo, con dosis de conocimiento y tradición heredada, serán las que obren el milagro de la recuperación agrícola en la Mayor de las Antillas. 

Raúl Castro comenzó su discurso conmemorativo del pasado 26 de julio de manera peculiar. No se sabe si algunas frases son consecuencia de una falta de virtudes oratorias o porque a su manera el General gusta utilizar agrias ironías. Así ocurrió en el inicio de este aniversario al referirse al sol que cegaba la vista de los concurrentes al acto, situados frente a la tribuna, con el astro rey impactando en sus retinas. Castro lo describió de la siguiente manera: “…a mí no me molesta (el Sol), pero estoy seguro de que ninguno de ustedes me puede ver; verán, si acaso, una sombra: ese soy yo.

Efectivamente el General de Ejército resulta una sombra para la mayoría del pueblo que dirige, mientras que el ser quemante que encandiló miradas, entendimiento y razón de los cubanos, dejando fuera de foco a sus acólitos, incluyendo a su hermano, sigue opacando cualquier intento, por pobre que sea, de brillar con luz propia.

Queda por ver si el llamado a revertir la situación actual no se convierta en un nuevo slogan que sustituya los anteriores. Que no ocurran retrocesos, rectificaciones y ratificaciones de errores es una gran incógnita; la otra sombra que pesa sobre una supuesta reforma que permita al menos, superar una parte de esta pesadilla sufrida por los cubanos.

 

 

 
 
 
 
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