Quedarse atrapados en la historia o caminar de frente a ella
Miguel Saludes
MIAMI, Florida, abril, www.cubanet.org -La Cumbre de las Américas concluyó sin que se produjeran grandes resultados. Como suele suceder, las expectativas no fueron superadas por la concreción de los hechos. No hubo acuerdos palpables. Decenas de buenos propósitos fueron agregados a un largo listado, fruto de anteriores citas. La diferencia notable en esta ocasión la marcó el presidente norteamericano Barack Obama, por su carisma, discurso y proyección.
El tema cubano contó con mayor relevancia noticiosa en el encuentro celebrado en Trinidad Tobago. Oportunamente Obama había adelantado el asunto en su agenda. Días antes de viajar a Puerto España se produjo el levantamiento de las restricciones impuestas por su antecesor sobre los viajes de cubanos residentes en el país norteño a la isla. El cese de limitaciones a los envíos de remesas y otras medidas adicionales, indican un paso positivo de la nueva administración en aras de zanjar las diferencias con el antagónico régimen de Castro.
"Estoy listo para que mi gobierno inicie el diálogo con el gobierno cubano sobre un amplio abanico de cuestiones. (...) Estados Unidos busca un nuevo comienzo con Cuba. Sé que es un largo viaje para superar décadas de desconfianza", declaró Obama en la isla trinitaria, desarmando así la tarima que días antes habían preparado los aliados del castrismo en su campaña contra el embargo y por la readmisión de Cuba en el seno de la OEA.
Obama señaló que iba dispuesto a hablar de futuro. “Debemos aprender de la historia pero no podemos quedar atrapados en ella", manifestó el mandatario. Igualmente sugirió a la parte cubana que hiciera un gesto de distensión liberando a los presos políticos y eliminando el alto recargo que impone al dinero que los emigrados cubanos envían a su familia en Cuba.
Mientras Obama hablaba de una nueva época y de la superación de los diferencias, el discurso de La Habana mantuvo su esencia a través de dos versiones. La primera fue la declaración hecha por Raúl Castro en la reunión del ALBA. Vistiendo su traje de General, el gobernante aseveró enfáticamente que estaba dispuesto a entablar cualquier tipo de conversaciones con el gobierno norteamericano, reconociendo que en esta historia ellos también pudieron haberse equivocado. El gesto de humildad correspondía a las declaraciones de Hillary Clinton en Santo Domingo sobre el fracaso de la política del embargo.
Los optimistas no deben obviar algunos detalles en las palabras de Raúl. A la soberanía e igualdad de condiciones que exigió para un diálogo respetuoso, añadió el acatamiento de la autodeterminación del pueblo cubano. La frase colocada por el general, es el portazo adelantado ante cualquier reclamo democratizador. Según los que gobiernan Cuba, el pueblo cubano escogió vivir bajo una dictadura. La continuidad del sistema totalitario se muestra como un acto de auto de soberanía popular, escudo contra el que se estrella cualquier consenso acerca de libertades y derechos.
Por otra parte el menor de los Castro reiteró el ofrecimiento de liberar a los presos de conciencia mediante una especie de canje por los cinco agentes cubanos condenados en Estados Unidos. Su propuesta supone un reto inaceptable en principio. A esto se añade la pretensión de que los ciudadanos cubanos, liberados bajo un hipotético acuerdo, se marchen forzosamente para el país norteño, con familia y con todos los que quieran llevarse.
La otra versión apareció en forma de reflexiones rubricadas por el Comandante. Los escritos ponen una sombra negra en el horizonte de una posible solución del diferendo entre Cuba y Estados Unidos. El viejo patriarca asume una postura diametralmente opuesta a la que representa Obama. Mientras el joven presidente norteamericano se pone de cara al futuro, la mirada del viejo autócrata se mantiene fija en el pasado, rememorando aquellos días que no pueden ser olvidados.
Castro se remite al recuerdo de Girón, señalando que ese episodio costó más de 150 vidas. Obama debe garantizar que hechos semejantes no se repitan en el hemisferio. La actitud rencorosa tiene un contraste significativo, que en la Isla algunos comienzan a señalar. Se trata del ejemplo vietnamita ¿Cuántas vidas quedaron truncas en el país indochino durante la guerra cruenta con participación directa norteamericana? Vietnam normalizó relaciones con el ex enemigo, sin especular sobre la actitud que pudieran tener futuros presidentes. Ni siquiera exigieron garantías contra nuevas guerras.
Barack Obama no es lo que una dictadura al estilo de la cubana hubiera deseado. Su triunfo los cogió desprevenidos. Esta figura no puede cargar con las responsabilidades de lo antiguo. Obama nació después de Girón. Su llegada a la Casa Blanca rompe los esquemas. En Cuba no ha ocurrido el cambio generacional del equipo gobernante. El pasado vive toda su intensidad entre los integrantes de la vieja guardia castrista, aupados al poder.
Fidel Castro apuesta al tiempo y al fin de la era Obama. No importa que la espera suponga dos períodos de presidencia. Ocho años no es mucho para quien ha controlado los destinos de una nación durante medio siglo. El dictador apuesta por un futuro hecho a su medida, en el que exista un mandatario parecido a Bush, incluso peor, y se restablezcan los días felices de la fructífera hostilidad.
La estrategia de Castro es negar las nuevas realidades, buscando mantener el ambiente enrarecido. Por eso el gran cizañero critica el pedido hecho por Obama para que se suspendan los recargos abusivos instrumentados por el gobierno cubano sobre las remesas enviadas por los emigrados. Más bien justifica el expolio hecho contra los propios ciudadanos, dejando en evidencia que lo que menos le importa es el bienestar de la gente. Pero como él mismo pone en su escrito, los hombres pasan y los pueblos perduran. Es lo que acontecerá irremediablemente con su figura. |