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Para que la democracia no siga siendo usada contra la democracia 


Miguel Saludes  

MIAMI, Florida, septiembre, www.cubanet.org -Muchas voces se han alzado para pedir la paz en Colombia, instando a las guerrillas al cese de la confrontación armada. Pocos días antes de efectuarse la cumbre de UNASUR en Bariloche, el presidente boliviano Evo Morales instó a las FARC a cambiar las armas por las urnas. Según Evo, se trata de quitar el pretexto de las guerrillas a la presencia militar norteamericana en el continente. La molestia de las bases militares en el vecindario bien merecen el sacrificio de esta pieza en el tablero político, pero en realidad la movida no significa la renuncia al juego.  

El pedido del mandatario Morales tiene lugar cuando se avizoran malos momentos para el futuro del movimiento guerrillero. Pero esta convocatoria pacifista no debe interpretarse como el reconocimiento del fracaso de una estrategia. Se trata más bien de hacerle comprender a estos díscolos amigos que deben emprender una reorientación táctica y asumir la lucha en las trincheras electorales. La experiencia muestra que las elecciones resultan más ventajosas. Es la fórmula que permitió instalarse al chavismo y su modalidad totalitaria denominada Socialismo del Siglo XXI. 

 “Las mejores revoluciones no es con armas sino en las urnas y como crear conciencia en nuestros pueblos para hacer cambios”. La cita literal del desordenado lenguaje de Evo, contiene un explícito mensaje, no sólo para la dirigencia de los insurgentes colombianos.

El camino democrático ha hecho innecesario el uso de los fusiles, convirtiéndose en la vía idónea para tomar el poder de una nación. Una vez conseguida la investidura presidencial las cosas se van arreglando para que la estancia resulte duradera, de ser posible absoluta. Al final se habrá conseguido el mismo resultado que se buscaba con las armas, ahora bajo la ventajosa sombra de la institucionalidad.  

Después de jurar respeto a los pactos que permitieron arribar al poder de manera cívica, estos son ignorados, buscándose el acomodo de otros más flexibles para el gobernante electo. Las leyes y las Constituciones son moldeadas a su gusto y conveniencia. Los nuevos reglamentos funcionaran a modo de torniquete contra la propia democracia, que será asfixiada de manera sistemática ante la mirada impasible del concierto democrático internacional. Y si se trata de poner freno a este desenfreno, el rechazo universal vendrá justificado irónicamente por la defensa de la democracia.  

Contando con tan favorable clima, aparecerá una figura legal que pondrá tras las rejas a quienes traten de manifestar su oposición al descalabro. Las protestas organizadas contra el gobierno de turno, recibirán una represión con un nivel de brutalidad comparable al que se critica en otros confines totalitarios. Pero como se trata de un gobierno electo, aquí sobran las críticas. En cambio las marchas pro gubernamentales, que cuentan con la bendición oficial, son enfocadas ante la opinión pública como verdaderas demostraciones a favor de la salud democrática del régimen en cuestión. Incluso cuando sus integrantes arrojan piedras, gases lacrimógenos y disparan armas de fuego.

Las actividades disidentes aparecen descritas bajo el rótulo de conspiraciones desestabilizadoras, organizadas por gusanos, caras pálidas, piti yanquis, mercenarios o simplemente burgueses, al servicio del imperio. No importa que se trate de estudiantes o personas afines al pensamiento izquierdista. En su contra estarán los que ayer decían defender los derechos del pueblo, trasformados en oligarcas poderosos que tienen el control de las cerraduras que impide la libertad. Los veladores del desarrollo de la democracia de otras latitudes se ven ante la disyuntiva de apoyar o un gobierno elegido democráticamente que no se comporta como tal. 

La educación, la prensa y todo género de libertades cívicas no llevan mejor parte en esta re definición de la noción democrática. La burla llega a extremos. Los alcaldes y funcionarios electos por voto popular, pero que no son simpáticos al gobernante, resultan impedidos en sus funciones, pasándose por alto la voluntad de quienes los eligieron. Poco a poco, o de manera rápida, se perfila la imagen real de este totalitarismo encorbatado con traje civil, que no pocas veces presume vistiendo uniforme militar.  

Ponerle tope a esta moda va siendo un imperativo. Los conceptos que permiten acceder al gobierno a quienes ejercieron el terrorismo o la acción vinculada con el narcotráfico, incluso intentaron acceder al poder mediante la violencia, deben ser re evaluados. De lo contrario la puerta de las urnas será tan amplia que por ella entrarán impunemente los que mañana terminarán por clausurar el paso.

 

 
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