3 de septiembre de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Mucho más que tinajones

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - La tendencia a señalar a los pueblos de nuestra isla por algún componente de su estructura urbana convirtió a Camagüey en la ciudad de los tinajones, a Holguín en la de los parques y a Matanzas en la de los puentes. Santiago de Cuba, ubicado en un anfiteatro de lomas, pudiera ser la capital de las colinas.

La excluyente tipicidad de tales términos es más folklórica que real.

La antigua villa de Santa María del Puerto Príncipe, fundada en julio de 1515 en la bahía de Nuevitas y trasladada al cacicazgo de Camagüey en 1522, conserva algunos tinajones en los patios de las casonas coloniales y de varios conventos citadinos.

Al recorrer el casco histórico de Camagüey nos impresionó la Plaza San Juan de Dios, declarada Monumento Nacional. En la misma sobresalen la iglesia y el viejo hospital de igual nombre, edificios de singular belleza y silencio impenetrable, evocadores de la hispanidad y de la cultura del siglo XVIII.

La actual sede del Centro provincial de patrimonio cultural estuvo a cargo de la Orden hospitalaria San Juan de Dios por más de un siglo. Allí, entre los contrastes de luz y sombras que proporcionan sus arcadas, ejerció el sacerdocio el Padre Alayo, quien lavó y expuso el cadáver del Mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz, caído en combate el 12 de mayo de 1873.

En los salones del viejo recinto se ofrece una muestra de la evolución arquitectónica del inmueble; los especialistas de Bienes Culturales realizan inventarios de obras locales y atienden a quienes hacen trámites comerciales o gestionan el certificado de exportación de  piezas patrimoniales. Los sábados en la noche brindan conciertos agrupaciones artísticas como la Orquesta de Cámara, el Coro Profesional de Camagüey y otras que inundan el silencio de la plaza con sus arpegios.

En el centro de la ciudad encontramos la casa natal de Ignacio Agramonte, paradigma de la lucha independentista de Cuba. Es una residencia de dos plantas de mediados del siglo XVIII, que recoge la huella hispano-mudéjar y barroca asentada entonces en la isla. El ambiente sobrio y acogedor de esta mansión colonial, restaurada y convertida en museo, renace con la muestra de una secuencia propia de la época a través de muebles originales y piezas de arte decorativas del XIX, a las que se añade la información histórica que recuerda al héroe, cuya vida y acciones es exaltada en coloquios, visitas dirigidas y otras actividades.  

La céntrica casa del Mayor se articula en la distancia con la mansión suburbana de Amalia Simoni, su esposa, cuya quinta neoclásica devino museo y centro cultural comunitario.

La atmósfera de tranquilidad y sosiego que testimonió el amor de la ilustre pareja parece un cuadro ampliado de ese Camagüey de calles estrechas, iglesias, plazas y residencias con patios y tinajones que nos sumergen en el pasado.

Sólo la indiferencia de los transeúntes que pasa por nuestro lado reivindica el presente.

 

 

 

 
 
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