28 de mayo de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Piedra por piedra

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) – La editorial Authorhouse, de Estados Unidos, acaba de publicar el  libro de poemas Piedra por Piedra, del escritor cubano ex preso político plantado Ernesto Díaz Rodríguez.

Por contradictorio que parezca, acercarse a sus páginas me resultó delicioso y terrible. El autor, quien fue condenado a 40 años por luchar contra el gobierno, logra desbordar las 87 páginas de este poemario de imágenes labradas con la trincha de su espíritu sobre la corteza más dura.

El amor y la soledad, la ternura y el dolor, el aire puro y la podredumbre de la celda se entremezclan con exactitud.

Ernesto Díaz Rodríguez, autor de varios libros de poemas y un testimonio sobre el presidio político en Cuba, escribe en 1985, en las célebres tapiadas de la cárcel de Boniato, en Santiago de Cuba, Piedra por Piedra, dedicado a Mario Chanes de Armas (fallecido) y Eusebio de Jesús Peñalver Mazorra, también ex presos políticos plantados.
La palabra recurrente del libro es  piedra. Un símbolo del enclaustramiento y la cercanía del duro elemento como perímetro vuelto muro, pared, tapia, fin.

Para acercarse a la poesía de Ernesto Díaz Rodríguez es ineludible volar a su altura, apartarse de cualquier intento generacional y sumergirse en la intención primigenia, porque esta vez el contenido y la forma caminaron juntas y con aciertos.

El lenguaje, basado en la pluralidad de términos, vivos, repletos del entorno vital de la isla nos recuerda a un viejo sabio que dicta sentencias. 

Su rima llega a ser abrumadora, labrada sobre una métrica libre. En ocasiones logra versos exactos, que es todo lo que se le puede pedir a un poeta.

Algunos poemas de Ernesto Díaz Rodríguez como  Música de fondo, Sombras, Raíces, deben leerse dos veces. Esconden todo el dolor de la población penal, los sueños tronchados, los amores perdidos, los hijos tan lejos, esos trayectos  interrumpidos por el límite de muros.

Una mujer, que no se sabe quién es, porque no la nombra, transita por el libro. Tal vez nadie la descubra, pero es quien mueve los cimientos del autor y obliga a dar un poco de luz en las penumbras del cautivo, por lo que Piedra por Piedra logra un equilibrio increíble entre la esperanza y el herido corazón del poeta.

Escogí de su libro siete versos, donde el poeta se auto describe a la orilla del mar, sobre la arena, buscando un do de pecho hacia la libertad.

Como un vaso astillado por los bordes
un hombre hecho de piedras,
la garganta un ascua refulgente,
con huesos trasnochados,
sus brazos las aspas de un molino,
su corazón no entiende más que una consigna,
y a pesar de la artera estocada,
su voz chisporrotea estrellas en la noche.

 

 

 

 

 
 
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