Uno de los asistentes comentó lo interesante del encuentro en el que gays y lesbianas de diferentes generaciones expresaron sus inquietudes sobre la eliminación de la homofobia a nivel social, después de escuchar los planteamientos sobre el tema de la directora del CENESEX, Mariela Castro, hija del presidente cubano.
La mayoría de los asistentes al evento eran jóvenes entre los 20 y los 40 años, lo que significa que la experiencia de lo vivido durante casi medio siglo no estuvo presente.
Se trató el tema del homosexualismo sin prejuicios y con una óptica verdadera y rigurosa; aunque parece poco sincero que la culpa de la homofobia se diluya en la generalidad de la sociedad y no se condene la política de Estado que se practicó en la isla hasta el día de ayer. Ni siquiera se dieron excusas públicas por los atropellos e injusticias cometidas de forma institucional contra los homosexuales. Como quien dice: “Señores, aquí no ha pasado nada”. Cuando las heridas de las víctimas no han cicatrizado todavía.
Reconocer un error como la creación y puesta en marcha de las UMAP, las persecuciones contra los jóvenes de pelo largo, la metida de pata de la “parametración” y los excesos del Congreso de Educación y Cultura del año 1971 y de lo que luego llamarían “Quinquenio gris”, mejoraría más el clima anti homofóbico que las declaraciones llamando a aceptar la diferencia de orientación sexual, movidas por consignas de última hora.
Hay quienes recuerdan haber sufrido arresto por merendar en la cafetería del hotel Capri, o padecer un acta de advertencia policial por estar conversando con amigos en la acera de Coppelia o en la cafetería Fiat, frente al Malecón. Y cito solamente tres momentos diferentes de la represión homofóbica.
Es cierto que el pasado no debe constituir una carga para cambiar el presente, pero tampoco se deben construir nuevas relaciones en el futuro sobre las heridas de más de una generación.
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