21 de mayo de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 
CRÓNICA
 

Compás de espera

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Raúl Castro busca remodelar el socialismo. En su diseño político no aparece la palabra transición. Sólo discretas aperturas con el fin de incentivar las expectativas en torno a un proyecto donde la disciplina y la eficiencia sean dos de los temas fundamentales.

Tiene en sus manos el inventario del desastre. Las estadísticas fidedignas y no el legajo de fraudes que solían presentar como pruebas del éxito. El soporte de los triunfos era puro artificio.

Tras casi 50 años de liderazgo fidelista hay una realidad inobjetable: El socialismo en Cuba ha sido una suma de disparates con plena capacidad para derribar mitos, semblanzas exóticas y delirios.

La revolución fue una leyenda épica que alcanzó notoriedad gracias a una combinación de circunstancias históricas y geopolíticas. Cuando llegue el momento de ventilar públicamente los aciertos y errores, sobrarán elementos para respaldar la tesis que certifique el carácter mediático del proceso.

Quien haya vivido en la isla durante los últimos diez lustros y se considere una persona medianamente perspicaz y honesta puede dar cuenta de una tragedia generacional de extraordinarias proporciones.

No importa que sea graduado universitario, obrero de excelencia, ama de casa o jubilado. Todos mostrarán los mismos síntomas: desesperanza, apatía, enajenación, tendencia natural a la indisciplina, egoísmo, doble moral. En ese rango se mueve el carácter del cubano, aunque se insista en publicitar la unanimidad con relación a las políticas gubernamentales junto a un patriotismo que nada tiene en común con la realidad.

Socialmente el país está desarticulado. En la actualidad existen elementos afines a la anarquía. Las leyes apenas se respetan y los niveles de corrupción posibilitan un fácil reacomodo de los infractores. De vez en cuando se tratan de corregir situaciones con metodologías de fuerza, pero en poco tiempo vuelven los aires de la degradación.

Lo peor del caso es que el régimen ha invertido todo el tiempo en el poder en causas tal vez demasiado onerosas para el país. En vez de mirar hacia dentro y trazar planes de desarrollo tanto estratégicos como sustentables, quisieron asumir un papel protagónico en el concierto de la guerra fría por medio del fomento de la lucha armada en el Tercer Mundo, el liderazgo en foros internacionales y otras prioridades divorciadas de los más perentorios intereses nacionales.

Cuba no es ni socialista ni revolucionaria. Basta con saber que decenas de miles de personas viven en tugurios sin mínimas condiciones de habitabilidad. ¿Quiénes son los que pueden aspirar a un mejoramiento de su nivel de vida? El que ejercita la estafa, el marginal, los que medran en la sombra de una ideología sin futuro e incapaz de crear soportes legítimos para una gobernabilidad con sus respectivos equilibrios.

En un país eminentemente agrícola apenas se cosechan alimentos para suplir la demanda de una población de más de once millones de habitantes.

El 84% de los comestibles deben ser adquiridos en el mercado internacional. Este año las erogaciones rondan los mil novecientos millones de dólares, cifra que sirve como indicador de la peligrosa dependencia en este rubro. ¿Es Cuba un país soberano e independiente?

En sentido general, el balance de la implantación de lo que todavía se ufanan en llamar socialismo es negativo si se toman en cuenta la cantidad de recursos humanos, materiales y financieros invertidos en un lapso tan extenso, sin una cantidad proporcional de beneficios.

Regularmente se hace mención al embargo norteamericano como el motivo principal de la pesadilla del subdesarrollo en Cuba. Es una aseveración simplista.

Sin lugar a dudas, hay afectaciones a causa de las medidas punitivas tomadas a partir de 1960 y posteriormente recrudecidas en 1992, 1996 y 2004. No obstante, buena parte de las explicaciones del desbarajuste actual se basan en errores internos que van desde el voluntarismo, el arbitrario reparto de los recursos y la larga secuencia de indisciplinas sociales, hasta la implementación de metodologías laborales obsoletas, la enfermiza centralización que enajena la productividad del trabajo y el hincapié en desvalorizar las ideas relacionadas con la creación de riquezas.

Ahora se levantan ciertas prohibiciones que dan fe del perfil humillante del sistema. Contar con el derecho a tener un teléfono celular, ver películas en formato DVD, calentar el almuerzo en un horno microondas y tener la potestad de alquilar una habitación en uno de los hoteles, antes a disposición del turismo internacional, podrían ser las primeras tareas del desmontaje de algunas de las piezas más arcaicas del sistema.

Dudo que la mente de Raúl Castro albergue cambios de fondo en el sistema. Me inclino por pensar en una serie de reajustes tácticos con tal de obtener cuotas de legitimidad y conservar el poder.

La dimensión de la apertura dependerá de la convergencia de los planes concretos diseñados por la nomenclatura y el efecto de los elementos subjetivos como siempre agazapados tras lo impredecible. Son muchos los factores que podrían alterar el curso de los acontecimientos.

De lo que sí se puede estar seguro es que el general Castro no asumirá el rol protagónico en una pretendida transición a la democracia. Sería lo deseable, pero creo que es hora de romper definitivamente con las utopías. Por lo menos a mediano plazo, se avizora una sucesión. Después de esas fronteras hay mucha niebla y signos de interrogación.



 

 

 
 
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material siempre que se le reconozca como fuente.