19 de mayo de 2008       VOLVER AL INICIO
 
 

Olas migratorias desde 1959 entre el desencanto y la desesperanza

By SILVIA PEDRAZA

El triunfo de la revolución cubana fue uno de los eventos políticos más populares del siglo XX. El movimiento social, que la mayoría de la población cubana inicialmente aplaudió y por el que muchos arriesgaron su vida, tuvo la capacidad de captar la imaginación. Romántico en su ejecución, con un clamor de justicia social, disfrutó de amplio apoyo internacional.

Sin embargo, 40 años después de aquella eclosión, 1.7 millones de personas --el 15 por ciento de los cubanos-- de una población de 11.2 millones, habían abandonado la isla al sentirse desencantados o traicionados por la revolución. Un proceso de desafecto político llevó a muchos cubanos --entre ellos ardientes simpatizantes en los comienzos-- a dejar su patria y convertirse en refugiados en otras tierras.

El éxodo cubano tras la llegada de Fidel Castro al poder, alberga cuatro grandes oleadas migratorias, cada una caracterizada por una composición social diferente, con respecto a clase social, raza, educación, género, composición familiar y valores; diferencias que fueron resultado de las cambiantes fases de la revolución cubana. La comunidad cubana en el Estados Unidos de hoy está compuesta por distintas ''cosechas migratorias'' --inmigrantes que vivieron diferentes procesos sociales de madurez, a veces incapaces de comprenderse entre sí.

La primera ola: La élite de Cuba

En 1972, los investigadores Nelson Amaro y Alejandro Portes describieron como cambiantes las fases iniciales del éxodo cubano a lo largo del tiempo, tomando en cuenta la principal motivación de los exiliados para dejar su patria: ''los que esperan'' dieron paso a ''los que escapan'' y éstos a ''los que buscan''. Para actualizar su análisis, en 1996 agregué ''los que tenían esperanzas'' y ``los desesperados''.

En la primera ola (1959-1962), los que se fueron constituían la elite de Cuba: ejecutivos y propietarios de firmas, grandes comerciantes, propietarios de ingenios, ganaderos, representantes de compañías extranjeras y profesionales. Se fueron cuando la revolución sacudió el viejo orden social con medidas como la nacionalización de la industria norteamericana y las leyes de reforma agraria, así como el rompimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con Estados Unidos. ''Los que esperan'' representan estos primeros refugiados que llegaron pensando que el exilio sería temporal, aguardando por la ayuda estadounidense para derrocar el nuevo gobierno de Cuba.

En esta primera oleada llegó un éxodo compuesto principalmente de cubanos de raza blanca, de la clase profesional, cuyas vidas poseyeron la indulgencia y el ritmo que a veces acompaña la vida de las clases medias y altas en países en vías de desarrollo, junto con todos los atavíos modernos que provenían de su rico vecino del Norte.

Muchos cubanos que lucharon en la revolución inicialmente lo hicieron porque querían restaurar la democracia en Cuba: la Constitución de 1940 y las elecciones. Para ellos, el desvío de Fidel Castro hacia el comunismo traicionó esos ideales de una revolución que no era verde --``verde como las palmas de Cuba''-- sino roja.

Pronto se unieron a la oposición dentro de la isla, en la resistencia clandestina y fuera de la isla, preparando la invasión de exiliados por Bahía de Cochinos. Esta primera fase comenzó con el triunfo de la revolución en 1959 y terminó con el fracaso de la invasión en abril de 1961.

''Los que escaparon'' constituyen la segunda fase que comenzó con la creciente agitación política. La Iglesia Católica, que denunció la revolución, fue silenciada; el sistema electoral fue desmantelado; y la sociedad civil se derrumbó, al tiempo que eran clausurados los medios de prensa independientes, las estaciones de radio y televisión, y Fidel Castro anunciaba que siempre había sido marxista-leninista y que lo seguiría siendo hasta el fin de sus días.

Como resultado, el éxodo se duplicó. Castro calificó a todos los que se fueron como ''gusanos''. Aunque seguía siendo un éxodo principalmente de la clase media y alta, esta vez la mayoría era de la clase media, cubanos que quisieron escapar de un intolerable orden nuevo.

Los censos estadounidenses de 1990 y 2000 califican a los cubanos de acuerdo con el año en que vinieron a EE.UU. El censo de 1990 provee un estimado mejor de las primeras oleadas, mientras que el de 2000, ofrece un cuadro extendido sobre las oleadas más recientes. De acuerdo con el censo de 1990, entre 1960 y 1964, llegaron unos 173,000 cubanos. La primera oleada terminó en octubre de 1962 cuando, como resultado de la Crisis de los Misiles, todos los vuelos comerciales cesaron.

La segunda ola: La pequeña burguesía cubana

En el otoño de 1965 empezó un caótico éxodo. Cientos de embarcaciones salieron del puerto cubano de Camarioca rumbo a Miami. Habían recogido miles de parientes para traerlos a EE.UU. Debido a la crisis y a la simpatía del presidente Lyndon B. Johnson por los cubanos, a los que percibía como víctimas del comunismo, Washington y el gobierno cubano negociaron la salida de los cubanos a través de un puente aéreo. Los llamados Vuelos de la Libertad estuvieron transportando cubanos diariamente hasta 1974. El éxodo se convirtió en un ordenado movimiento de refugiados. También se estableció el Programa de Refugiados Cubanos. En 1966 entró en efecto la Ley de Ajuste Cubano (CAA, por sus siglas en inglés), que les facilitaba a los nacionales cubanos adquirir la residencia permanente. Todavía está en vigor y le permite a los cubanos que entran en el país solicitar la residencia tras un año y un día, una significativa ventaja en relación con otros inmigrantes. En la mayor ola hasta el momento, más de 250,000 cubanos emigraron a territorio estadounidense.

Esta ola migratoria estuvo compuesta mayoritariamente por la clase obrera y la pequeña burguesía: empleados, artesanos, pequeños comerciantes, trabajadores calificados y semicalificados. Se fueron durante los años de mayor idealismo de la revolución cubana. Para muchos, la Cuba de aquel entonces permanecía llena de romanticismo y bajo la promesa cardinal de un futuro mejor. El paso del tiempo demostró que esas esperanzas eran falsas. Aunque el gobierno cubano hizo verdaderos esfuerzos por llevar la educación y la atención médica a todas las clases sociales, el embargo comercial hemisférico comenzó a sentirse; el éxodo siguió siendo ''una fuga de cerebros'' de profesionales y Cuba no pudo dejar la monoproducción azucarera.

De esta forma, a juicio de Amaro y Portes, la emigración dejó de ser política y se volvió económica. Su distinción, sin embargo, ignora que aunque la vida en Cuba se hizo dura para todos, se volvió particularmente amarga para los que declararon su intención de salir del país. Cuando la emigración empezó a principio de los años 60, 31 por ciento de los cubanos que llegaban eran profesionales o gerentes. En 1970, sólo 12 por ciento lo era, mientras que más de la mitad eran obreros industriales, agrícolas o de servicios. En general, los emigrantes de la segunda ola representaban ''sectores de servicios'': cocineros, jardineros, domésticos, vendedores callejeros, barberos, peluqueros, choferes de taxi y pequeños detallistas. Se fueron cuando Castro lanzó una nueva ''ofensiva revolucionaria'' que confiscó más de 50,000 pequeños negocios de propiedad privada.

Una vez que se terminó la transición económica al socialismo, en los años 70 Cuba experimentó una institucionalización que copiaba las características del comunismo de Europa del Este.

El fracaso de las movilizaciones masivas para conseguir una zafra de 10 millones de toneladas de azúcar en 1970, en las que Fidel Castro apostó el honor de la patria, produjo una profunda conmoción política. En lo adelante, el idealismo y romanticismo de los años 60 dieron paso al pragmatismo. En 1978, hubo un diálogo entre el gobierno cubano y representantes del exilio cubano. Como resultado, el gobierno cubano acordó liberar a 3,600 prisioneros políticos y permitió que los cubanos en Estados Unidos pudieran visitar a sus familias en Cuba.

La tercera ola: Los ``marielitos''

Esas visitas fueron parcialmente responsables de la tercera ola: el caótico éxodo de embarcaciones que partieron de la bahía del Mariel en 1980, trayendo más de 125,000 cubanos a Estados Unidos. Los cubanos embarcaron desde Miami para traer a sus familias a EE.UU. Muchos lo consiguieron aunque también tuvieron que traer a otras personas que los funcionarios cubanos pusieron en sus embarcaciones. Estos incluyeron a quienes Castro calificó de ''escorias'': presos (presos políticos o verdaderos criminales); enfermos mentales y homosexuales. Muchos de los que salieron por el Mariel habían participado en instituciones políticas como la Unión de Jóvenes Comunistas o los Comités de Defensa de la Revolución, lo que suponía una fuerte integración política. Eran los hijos de la doble moral.

La principal característica de los ''marielitos'' era su juventud. La mayoría eran jóvenes solteros, con o sin familia. Además había una proporción visiblemente mayor de negros. Era un éxodo formado abrumadoramente por trabajadores. Además, también vinieron muchos intelectuales y artistas que se autoidentificaron como la Generación del Mariel. El gobierno estimuló los actos de repudio contra los que se iban. Fueron insultados, golpeados y humillados. Por eso, ''los que tenían esperanzas'' marcaron esta oleada.

La mayoría de los ''marielitos'' crecieron a fines de los años 60 o en los 70, una época en la que los problemas relacionados con la libertad de expresión se agudizaron mucho, especialmente para artistas e intelectuales, y las ''desviaciones'' manifiestas como la homosexualidad, se castigaban con la cárcel. Por lo tanto los marielitos eran una ''cosecha'' distinta a la de los exiliados iniciales. Después de 20 años de éxodos, se enfrentaron dos ''cosechas'' que podrían ser mutuamente hostiles, porque en el mejor de los casos faltaba el entendimiento.

La cuarta ola: Los balseros

Al término de los años 80, comenzó un nuevo éxodo cubano que no ha terminado aún. La crisis económica en la isla alcanzó más profundidad cuando el comunismo se desplomó en Europa oriental y en la Unión Soviética, dos puntales enormes de la dependencia de Cuba. El impacto fue tan devastador que el propio Fidel Castro declaró un ''período especial''. Para el cubano promedio, la vida en la isla se hizo insoportable, una pesadilla de la que no podían despertar. Más aún, el colapso del comunismo en Europa Oriental tuvo un profundo efecto en muchos cubanos que hasta entonces habían creído que el comunismo era un sistema bueno. La forzosa transformación de los 80 reflejaba los debates que sacudieron al mundo comunista: el glasnost y la perestroika.

Al principio, el nuevo éxodo cubano era mayormente ilegal. Los cubanos estaban tan desesperados que se iban en balsas, arriesgándose a morir de hambre o de deshidratación, a ahogarse o que se los comieran los tiburones. La crisis, tanto política como económica, se agudizó en el verano de 1994, cuando más de 34,000 cubanos huyeron después de que Castro diera instrucciones a sus Tropas Guardafronteras de no detener a los que se marchaban de la isla. Pero en EE.UU. hubo un abrupto cambio de política y la entonces Secretaria de Justicia, Janet Reno, determinó que los balseros eran inmigrantes ilegales y que había que evitar ese tipo de inmigración. Eso contrastaba marcadamente con el antiguo concepto estadounidense de que los cubanos eran víctimas del comunismo y, por lo tanto, merecían ser bienvenidos. El Servicio Guardacostas de EE.UU. los empezó a bloquear en alta mar y a llevarlos a Guantánamo. Los balseros de Guantánamo se reubicaron en todas partes de EE.UU. después de una orden presidencial. ''Los desesperados'' constituyen la ola más reciente.

En 1994 y 1995, Cuba y EE.UU. firmaron los nuevos acuerdos migratorios y Washington accedió a conceder 20,000 visas anualmente para procesar a los cubanos y permitirles una salida legal y ordenada. Entró así en efecto la nueva política ''de pies secos y pies mojados'' . Los que huyen de Cuba y son interceptados en el mar antes de llegar a EEUU se repatrían, y los que llegan a tierra se quedan y pueden valerse después de la CAA. Esta ley ya no será necesaria cuando Cuba pueda exhibir un sistema democrático, pero su desactivación obviamente no llegará con la muerte de Fidel Castro, que es sólo una parte de esa ecuación de futuro.

Contrastando con los exiliados antiguos, los recientes casi siempre señalan los adelantos de Cuba en salud y educación como signos de progreso social, y mencionan el ascenso de niveles sociales experimentado por ellos: de cómo siendo miembros de familias humildes pudieron estudiar en universidades y convertirse en profesionales bien entrenados. Pero de ahí pasan inmediatamente a explicar que el gobierno, el sistema impuesto por Castro, no acepta que ese entrenamiento debe ir acompañado de libertades individuales y del derecho fundamental a la libre expresión.

Todos los que se fueron huyendo del régimen castrista tuvieron que sorportar enormes pérdidas, no sólo propiedades y nivel social, sino también recuerdos, crianza, una vejez cómoda, condiscípulos, barrios y trabajo con aquellos con los que compartieron sus vidas emocionales. Contra su voluntad y sus esperanzas, sus vidas se troncharon. La mayoría se fue de Cuba para nunca regresar, de modo que tenían que reconstruir un proyecto de familia y de vida. No todos pudieron establecer nuevos hogares y restaurar parte de sus vidas en el empeño por reencontrarse con familiares y amistades.

Con la transferencia del poder a Raúl Castro ha comenzado en Cuba la transición de salida del sistema comunista. Habrá un nuevo amanecer, un nuevo despertar democrático. En realidad, la pugna en pos de la democracia ha tenido lugar en Cuba durante todo el siglo XX, desde su independencia en 1902. Sólo terminará cuando los cubanos lleguemos a valorar las instituciones democráticas que han sido tan difíciles de consolidar. Hasta entonces, seguiremos, como decía José Martí, sudando nuestras fiebres. Y escapando de nuestra realidad.• 

 

 

 

 

 
 
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