16 de mayo de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 
CRÓNICA
 

Freddy, el multioficio

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - En Jaimanitas ha aparecido otro personaje representativo de los tiempos que se avecinan. Es Freddy, antiguo gerente de una firma ya extinguida que ha comenzado a brindar en el portal de su casa diferentes servicios. Primero instaló un sillón de barbero y comenzó a crearse una clientela de lujo con opciones múltiples: masaje facial, pelados modernos, afeitado con maquinas compradas en la “shopping”, corte de los pelos de la nariz y las orejas, servicios especiales a domicilio para viajes imprevistos y con buenas tarifas, a cualquier hora del día y la noche.

Colocó un radio en el portal que regala a la clientela noticias y música y, dice Freddy, que el lugar está abierto para hablar de cualquier tema, sin censura.

Ha dispuesto de una mesa con periódicos, revistas y libros para que los clientes no se aburran. Aproveché las ofertas y recibí un servicio completo gratuito, a cambio de un ejemplar de El Nuevo Herald. Ahora parece que tengo quince años menos.

En la barbería puedes enterarte de los números que salen en la bolita, con discreción por supuesto, y aparecen cábalas magníficas.

Puedes reservar por teléfono, aunque es sólo un ardid de Freddy para cobrar un poco más, pues siempre su  barbería esta repleta y con un ambiente magnífico, para que no se vuelva molesta la espera.

Además, en los últimos días, el barbero ha incluido un nuevo servicio. Compró una maquina artesanal de coger ponches y entre pelado y pelado, inserta una cámara de motocicleta o de auto y gana un dinerito extra.

Pero el servicio que más dividendos deja es el nocturno, cuando alguien se poncha en Quinta  Avenida y la única ponchera en muchos kilómetros a la redonda es la de Freddy, con sus herramientas siempre listas para coger el ponche mientras el cliente observa y ni siquiera se ensucia las manos.

Visitar su barbería, donde se pasa un buen rato, deja el grato sabor de pensar en el futuro como algo posible, como si nos desembarazáramos poco a poco  de un yeso que nos ha sujetado el hueso y el espíritu mucho tiempo.

 

 

 

 
 
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