6 de mayo de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 
CRÓNICA
 

Lógica totalitaria

Oscar Mario González                                                        

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Mi hermano en la fe católica y  además compañero de sueños de un futuro democrático para Cuba, catalogaba de absurdas y necias las medidas represivas adoptadas por el régimen cubano contra una decena de pacíficas mujeres del grupo Damas de Blanco, el pasado lunes 21 de abril.

Además, mi buen amigo tildaba de ilógicas e innecesarias las acciones gubernamentales que, por demás, difundían por el mundo la vocación represiva del gobierno. Eso de usar la fuerza contra unas pacíficas mujeres que clamaban por la excarcelación de sus esposos era un acto, cuando menos, vergonzoso.

Con muy buen tino razonaba que para el gobierno hubiera sido mucho más fácil y conveniente ignorarlas. Que tal actitud hubiese impedido el escándalo suscitado a nivel mundial.

Pero la lógica totalitaria es muy propia  y generalmente se aparta, niega y contradice a la lógica natural o espontánea.

El totalitarismo, al carecer de los atributos y requisitos universalmente reconocidos a la democracia: elecciones libres, pluralismo partidista y sociedad de derecho, entre otros, tiene como  coartada o excusa la falsa unanimidad.

Un supuesto consenso general le exime de consultar al pueblo en elecciones multipartidistas y de reconocerle ciertos derechos políticos y sociales que son la médula del modo de vida democrático.

¿Qué sentido tiene la existencia de un partido ajeno al del gobierno, si el único existente, el oficial, concita el apoyo absoluto de todos los miembros de la sociedad? Y así, sucesivamente, la unanimidad sirve de excusa para legitimar los atropellos y violaciones por parte del poder político.

Por tal motivo, la oposición, la malquerencia o la simple animosidad hacia el gobierno, no puede existir ni siquiera representada por una minoría de la población pues esa minoría, en una democracia, es depositaria de derechos inalienables.

La única justificación a la luz de la lógica totalitaria que tiene la existencia de una oposición, es la de estar formada por tres o cuatro locos y trasnochados. Y aún mejor, por tres o cuatro mercenarios pagados por el imperialismo yanqui. Con tales pretextos se disculpa la represión como legítima defensa frente a un enemigo muy poderoso y se justifica la violación, por el estado totalitario, de los derechos más elementales inherentes a las sociedades libres.

Pero, claro está, en el fondo de todo este bagaje especulativo, cuyo íntimo propósito es ocultar la perfidia totalitaria, existe el temor de que, al contagio de los que osan desafiar al régimen, se sumen voluntades que echen por tierra la falsa unanimidad y que finalmente pongan en peligro inminente la existencia misma del poder político.

Estos sistemas, con semántica justificación llamados totalitarios, no pueden darse el lujo de permitir la más mínima disidencia u oposición. Nacieron del miedo y el engaño y se mantienen por el ejercicio constante del “estate quieto”, el “rompe hueso” y el “arranca pescuezo”.

 

 

 

 

 
 
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