Leyenda y ocaso

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - A veinte kilómetros del sudeste de La Habana se levanta la villa de Santa María del Rosario, fundada en abril de 1732 por Don José Bayona y Chacón, alcalde de La Habana y primer Conde de Casa Bayona. La pequeña villa colonial conserva su enorme catedral, la casa solariega venida a menos, el escudo del señor, el balneario de aguas medicinales y la leyenda de los esclavos amotinados después de cenar con el Conde, quien ordenó su captura y ejecución.

Historia y leyenda convergen en este pueblecito, enclavado entre lomas, riachuelos y manantiales que propiciaron su aislamiento, a pesar de haber sido cabecera municipal hasta 1976, quedar a un costado de la Autopista Nacional y a dos kilómetros del Cotorro, que lo conecta a la Carretera Central, al ferrocarril y a las  industrias del territorio.

Santa María del Rosario fue ubicada en los terrenos del demolido ingenio de Quiebra Hacha, propiedad del aristócrata mencionado, quien asentó a las treinta primeras familias, “sin manchas de moros, indios, negros y mulatos”, cerca de la Plaza de Armas, delimitada por construcciones dispuestas en cuatro calles, incluidos el Ayuntamiento, la Iglesia parroquial y la Casa Solariega, convertida en restaurante en 1986.

El núcleo urbano mantiene aún la fisonomía de la época. Las casas de mampostería y techos de tejas se integran armónicamente al paisaje del hermoso valle, dominado por la “catedral de los campos de Cuba”, la cual deslumbra a los viajeros por su arquitectura barroca, el atrio desmesurado, la torre campanario que actúa como mirador, los estupendos altares de cedro policromado y láminas de oro; las columnas salomónicas y los lienzos y esculturas que ilustran la imaginería religiosa española; sin olvidar a las  célebres pechinas del pintor mulato Nicolás de la Escalera.

La iglesia, la Loma de la Cruz que evoca a los esclavos sublevados y la Casa Solariega del fundador, integran el Casco Histórico de esta ciudad diminuta y silenciosa. La iglesia, remodelada varias veces desde 1733, fue declarada Monumento Nacional en 1946. La misma ha sido visitada por obispos y embajadores, la reina Sofía de España y escritores y poetas como Federico García Lorca, Lidia Cabrera y Alejo Carpentier, quien escribió sobre ella y se casó en su parroquia.    

Por su valor paisajístico y patrimonial y por su cercanía a La Habana, Santa María del Rosario parece destinada para un museo de sitio, previa mejoría de sus redes hidráulicas y de alcantarillado, lo cual eliminaría la contaminación de las aguas termales de su balneario y atraería a un turismo ecológico y de salud.

Un proyecto de ese tipo fue archivado hace quince años por la desidia burocrática y la
falta de inversionistas para renovar la infraestructura. Algunos rosareños presentan alternativas contra la involución de su comarca, pero las trabas estatales conducen al quietismo, la indiferencia y el éxodo de sus creadores.

La antigua villa condal fue asiento de personalidades que prestigiaron a la cultura cubana: los escritores José M. Chacón y Calvo y Antonio Iraizos, el diseñador Mario García Joya y otros que incidieron con su presencia en la zona, como el poeta Gastón Baquero y el novelista Alejo Carpentier.    

Su infraestructura social se reduce a una fábrica de productos cárnicos, un estadio de béisbol, un liceo convertido en Casa de Cultura, dos escuelas primarias, dos restaurantes, varios consultorios médicos, una farmacia y una clínica de emergencia.

La galería de arte fue trasladada al Cotorro en 1992; momento en que surge el Centro de Estudios Hispánicos, el cual promovió investigaciones, editó una revista desde España, auspició un concurso nacional de ensayo y otras actividades de cierto impacto nacional y comunitario, hasta su clausura en la primavera del 2003.