23 de junio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

La bolita  (final)

Oscar Mario González

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) -  En el negocio de la bolita intervienen tres personajes: el banquero, el colector y el listero. De ellos, sólo el último es reconocible. Solo él tiene contacto con la población.

El banquero, a pesar de ser el eje sobre el cual se mueve el negocio, es invisible y por tanto identificable. Como brisa matinal se siente pero no se ve y tal circunstancia rodea a su figura de un halo misterioso e interesante. El listero ha de recoger las jugadas y con ella confeccionar las listas que hace llegar al banco a través del colector. Es recompensado con un por ciento del dinero que recauda. Es al que menos le toca, pero no arriesga otra cosa que no sea el pellejo, y en tal caso puede tener la intersección del banquero ante las autoridades.

En sentido general, los que intervienen en la actividad casi nunca se ven las caras ni se reconocen, y esa mezcla de conspiración y “clandestinaje” ha resultado muy eficaz para la subsistencia y preservación de la faena.

Como cualquier otra lotería la bolita tiene sus números premiados que son captados en la Isla por la onda corta radial. La  procedencia no es del todo clara y esto pudiera ser una estrategia defensiva contra la penetración policial. Se ha dicho que proviene de Venezuela y también de República Dominicana. La versión actual la sitúa en Miami.

En Cuba no se juega tanto por entretenimiento como por probar al destino y constatar si su indiferencia para con todos hace excepción en uno y nutre el bolsillo. Es algo así como un reto a la suerte misma que suscita emociones en medio de un país que parece condenado al desabrimiento y la modorra. En Cuba juega la mayoría. Negros, blancos, jóvenes, viejos, hombres y mujeres. Comunistas, opositores, chivatos, “segurosos” cristianos y espiritistas.

La inspiración o motivación puede venir de diferentes formas y tener múltiples procedencias.  Pueden ser los espíritus o los santos y obrar circunstancialmente o a través de los sueños. Si caminamos por la acera y desde el jardín un perro nos asusta es un aviso sobrenatural o algo curioso que nos llama a jugarle al l5. Si se trata de los maullidos de una gata en celo sobre el tejado será el 4 que en la charada representa a este animalito.

Los sueños son vehículos preferidos por santos y espíritus para la comunicación. A veces son difíciles de interpretar. Son los así llamados “sueños bobos” que requieren consultarse con el babalao o el médium. Ese es el caso en que nos vemos en una lancha rápida rumbo a Miami, pero también  hacemos el amor con una mujer con cuerpo de sirena y al mismo tiempo nos saca de una tembladera la mano de otra mujer joven. Sin duda nos dirán que juguemos al 23 (vapor), al l2 (puta) y al 5 (monja).

Como cualquier otra lotería en la bolita se gana más o menos según la cantidad de dígitos acertados y el importe de lo jugado. El jugar un número al fijo y al corrido aumenta la posibilidad. Como los números premiados son centenas, adivinando dos de ellas se gana un “parle” donde un peso puede ser premiado hasta  con 900. En fin, se trata de una tramoya no tan fácil de aprender y que sólo conocen bien los viejos jugadores. Pero lo cierto en todo esto es el inmenso poder económico de un banquero cuyo capital ha de superar al millón de pesos.

La bolita puede acreditarse el honor de ser el negocio furtivo más antiguo de la aún vigente etapa revolucionaria surgida el primero de enero de l959. Nadie puede precisar la fecha exacta de su nacimiento pero recuerdo que en plena década de los años 60 del siglo pasado, cuando aguijoneados por los hermanos Castro la construcción de un “mundo nuevo” era la única consigna válida y obligada, no todos se consagraban a la utopía. Con los pies bien puestos sobre la tierra, algunos fomentaban lo que con los años ha devenido el negocio más próspero y el entretenimiento más generalizado del pueblo cubano.

La Bolita (1 parte)

 

 

 

 
 
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