20 de junio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Irracionalidad

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Desde la infancia me impresionaron las cárceles y los tribunales, pero he comprendido que son necesarios, al menos en Ciudad de La Habana, donde el robo con violencia es el delito más frecuente en los juzgados municipales y en las ocho salas de lo penal del Tribunal Provincial, a cuya sede acudí recientemente por razones ineludibles.

Mientras esperaba por un amigo envuelto en un proceso de apelaciones, me adentré en la Sala quinta de lo penal, en la cual celebran los juicios más trascendentes de los municipios Arroyo Naranjo y Cotorro.

La vista presenciada conmovió a los asistentes. Siete jóvenes del reparto La Construcción, municipio Boyeros, casi todos con antecedentes penales, algunos bajo libertad condicional y dos ya sancionados por homicidio, fueron a una fiesta popular y la convirtieron en tragedia. En medio de tragos y discusiones se comportaron como una manada incontrolable: robaron, lesionaron a varios y mataron con dos tiros a alguien que salió corriendo. En las calles continuaron la reyerta.

El testimonio de la hermana del difunto hirió la sensibilidad de los presentes. Vivía con él y le extrañó que no regresara esa noche; al amanecer llamó a la novia y se encaminaron a la estación policial cuando una aglomeración de personas les impidió el paso; el lugar estaba delimitado por agentes que rodeaban un cadáver en espera del forense. Uno de ellos las escuchó y luego volvió con los collares del muerto. Eran del joven que buscaban.

El testigo de referencia fue un oficial de la Unidad Especial de Instrucción Policial, ubicada en Cien y Aldabó, en el mismo municipio capitalino. Los implicados permanecen en prisión preventiva hasta que el Tribunal confirme la sentencia. Al que hizo los disparos, el fiscal le pide 30 años de prisión, al resto entre 20 y 35.

Seguidamente fue anunciado un juicio a puerta cerrada. Supe después por la madre de un chico de catorce años que se trataba de su hijo, a quien el abuelo de un amiguito de la escuela secundaria le hizo una propuesta homosexual a cambio de dinero. Ella lo acusó.
Lo peculiar del caso es la edad del acusado -73 años-; a pesar de lo cual había sido sancionado anteriormente por corrupción de menores: cumplió cinco en prisión y cinco bajo libertad condicional. Ahora la fiscalía y el abogado de la defensa solicitan tres años de limitación para el anciano lujurioso; sanción subsidiaria de la privativa de libertad. Tal vez las hijas avergonzadas puedan controlar al padre fascinado por los muchachos que hacen las tareas con sus nietos.

Los juicios celebrados el viernes pasado en la Sala quinta del Tribunal provincial popular de Ciudad Habana, son una muestra de la violencia que corroe a la sociedad cubana. Los jóvenes son los protagonistas principales de sucesos absurdos, pero no faltan ancianos irracionales en la jungla capitalina.

 

 

 

 
 
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