20 de junio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

La bolita  (I parte)

Oscar Mario González

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - La adicción de los cubanos a los juegos de azar ha estado presente desde  los inicios de nuestra historia. Solo así se explica que al cabo de medio siglo de ojeriza totalitaria el juego de la bolita se mantenga más lozano y enérgico que nunca antes.

A partir de las ocho de la noche, cuando  son anunciados los números ganadores por la onda corta radial, se inicia toda una comunicación entre los pobladores de la ciudad. A veces entre balcones opuestos de una misma calle las vecinas se anuncian los números premiados y así va la noticia de uno a otro y de boca en boca, viajando en los ómnibus, sobre el mostrador de las bodegas o en los asientos del viejo parque de la vecindad.

Así fue siempre desde los tiempos de la colonia. Así lo recogen los cronistas de la época. Ya en la república, el juego fluía con mayor o menor fuerza dependiendo de los gobiernos de turno.

Si analizamos la historia vemos que luego de una administración restrictiva la siguiente se mostraba concesiva. Así pues, al gobierno de Estrada Palma, nada amistoso con la actividad, le sucedió la segunda intervención norteamericana donde el juego estuvo a tutiplén. A la administración de Carlos Prío, de posición indulgente, le siguió Batista con su discurso encaminado a enderezar y poner orden; mas como dictadura al fin, terminó permitiendo una vidriera de apuntaciones en cada esquina.

Ya con el triunfo de la revolución de los hermanos Castro se inició una batida contra la actividad cuyo primer escenario fue el destrozo de las mesas y  maquinas de juego, para luego arremeter contra el inofensivo cubilete en las bodegas y contra los salones de jugar billar a cuyas mesas acudían los jóvenes para dejar las calenturas luego de visitar a la novia.

A escasos cuarenta días del triunfo revolucionario,  el 11 de febrero de l959, se dictó la Ley # 73 que dejaba sin efecto las autorizaciones del gobierno anterior para mantener centros de juegos de azar. Seis días después, el l7, se aprobaba la Ley # 88 que suprimía la Lotería Nacional y en su lugar creaba el Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda (INAV), a cuyo frente estaría la hoy anciana Pastorita Núñez, pero que en aquel tiempo era una joven y carismática guerrillera acabada de bajar de la Sierra. En abril de l96l el INAV era absorbido por el Ministerio de la Construcción.

Pero la animosidad del estado comunista no pudo evitar que el pueblo humilde probara suerte de otras formas y maneras. Porque a los cubanos, está demostrado, les gusta la sensación y la emoción que produce el juego. Acá se le apuesta a todo. A la enfermedad de Fidel Castro, y a los equipos de béisbol nacionales y a los de las grandes ligas norteamericanas. A la permanencia de Ricardo Alarcón como presidente de la Asamblea Nacional o a la de Felipe Pérez Roque como canciller de la nación.

Y es que la gente de la Isla nunca ha jugado tanto como ahora. Parece como si medio siglo de perennes sufrimientos hiciera creer en la presencia de una maldición y probar suerte fuese una forma de verificar la vigencia o no de la condenación.

El gobierno, hace mucho tiempo dejó atrás el dogma ideológico según el cual, la fe en el destino y en la suerte era improcedente para un hombre formado en el materialismo de factura marxista. A medida que el tiempo fue acentuando el carácter totalitario del régimen cubano su tolerancia hacia el juego fue siendo mayor hasta llegar a nuestros días en que la bolita se pasea como Pedro por su casa y su más ilustre expresión, los banqueros de bolitas, comparten glorias y beneficios con lo más representativo de las autoridades oficialistas.

 

 

 

 
 
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