16 de junio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Los libreros de la calle Obispo

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - La calle del Obispo es una de las calles más transitadas de la capital cubana. La recorren diariamente miles de capitalinos y cientos de turistas. Situada de este a oeste, es la arteria peatonal que comunica el antiguo centro de La Habana colonial con la zona más moderna de la ciudad. Además de una calle comercial, es una de las de más historia.

Si transitamos por Obispo hasta la Plaza de Armas, junto al Templete,  encontramos a los vendedores de libros viejos. Ellos dan una nota pintoresca a la arbolada y fresca Plaza de Armas. Allí los cubanos amantes de los libros, y los turistas, se acercan a los improvisados anaqueles para observar la oferta y hojear las obras. Es el único lugar donde podrá encontrar ese libro desconocido que lo desvelará esa misma noche.

Los libreros de la Plaza de Armas son los herederos de las antiguas librerías que en el pasado siglo combinaron la oferta comercial y el refugio tranquilo para reuniones de intelectuales. A la entrada de la cale Obispo, si procede del Parque Central, luego de cruzar la pequeña plazoleta de Albear, en la esquina de Bernaza y Obispo, está la puerta art deco de la Moderna Poesía.

Alrededor del 1890 abrió sus puertas como librería e imprenta.  Su propietario fue el español  José López  Rodríguez. En 1910 estableció el único taller de grabado en acero en Cuba y allí se fabricaron sellos de correos, y más tarde los billetes de la lotería nacional. El edificio actual se construyó en 1935, cuando la empresa la dirigía su hijo José López Serrano. Desde entonces contó La Habana con una librería al nivel de las mejores de otras capitales.

Sin embargo, algunas librerías más modestas de la misma calle fueron muy apreciadas por el público lector, por ejemplo, la librería Wilson, del poeta y periodista Severino Trinquete Solloso, en el no. 52; la librería de Rambla y Bouza, donde se imprimían la Gaceta oficial y el Diario de Sesiones del Congreso, y a numerosos autores cubanos. Solamente entre 1917 y 1924, se publicaron en Rambla y Bouza unos 514 títulos. En 1938 un incendio arrasó con las instalaciones de esta editora.

Minerva, de García y García fue otra librería muy apreciada por una clientela amplia y competidora de La Moderna Poesía, donde se vendían muchos libros de autores cubanos, entre ellos el poemario de Agustín Acosta  La Zafra (1926) y textos escolares y de ensayos como Apuntes literarios, de Medardo Vitier (1935).

José González Porto, gallego, llegó a La Habana en 1910. Años después abrió una librería y editora en Obispo entre Compostela y Aguacate. Cuando la crisis económica de los años 30 se fue a México y allí se estableció. Abrió otra editora con su apellido, la que años más tarde se convertiría en la legendaria UTEHA, especializada en libros de arte, literatura, diccionarios y enciclopedias. Los abogados y estudiantes de derecho contaron con la librería Montero de propiedad de Jesús Montero, sita en Obispo 521, especializada en textos de derecho y jurisprudencia.

No se puede dejar de mencionar la casa editorial Lex, fundada por un español republicano exiliado en La Habana, Mariano Sánchez Roca. En su taller, de donde salieron muchos títulos relevantes, se imprimieron las Obras completas de José Martí (1946), y las de Simón Bolívar (1947).  En esa librería de Obispo 465 se vendían libros de leyes, literatura cubana y extranjera.

Victoria, librería establecida en Obispo  entre Habana y Compostela por Tomás Rodríguez Prieto vendía libros y revistas de literatura impresos en España, México y Argentina y se caracterizaba por tener lo último que salía de las prensas de importantes editoras de esos países.

Algunas de estas librerías se convirtieron en verdaderos centros de reunión de intelectuales de la época y en galerías de artes plásticas. Rambla y Bouza, por ejemplo, fue sede de la tertulia de escritores e intelectuales de la talla de Juan Gualberto Gómez, Lino D´Ou, Gastón Mora, y otras personalidades de la enseñanza, la jurisprudencia y los negocios. En la Librería Montero se reunían reconocidos profesores de Derecho. El local ocupado por La Victoria dio abrigo a miembros del grupo Orígenes, como el padre Gaztelu, y al poeta y cabeza del grupo José Lezama Lima.

Si la casa editorial Lex no albergó ninguna tertulia de intelectuales, sí se destacó por acoger a pintores cubanos. En el año 1956 expusieron allí sus cuadros Portocarrero, Doménech, y más tarde Víctor Manuel y Ricardo Villares. Allí se hizo una retrospectiva póstuma de la obra pictórica de Carlos Enrique.

Sobrevivieron de la época republicana anterior al 59, La Moderna Poesía, Minerva, hoy la Ateneo Cervantes y una sucursal de la Moderna Poesía, La Internacional, ambas brindan sus servicios en pesos convertibles.

 

 

 

 
 
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