6 de junio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Cambiar la vaca por la chiva

Víctor Manuel Domínguez. Sindical Press

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Ser propietario en Cuba es un derecho de cada ciudadano. Dueños del país y de todo lo que hay en él, los cubanos con tierra (en las uñas) pueden tener hasta cuatro cabezas de ganado vacuno, siempre que las hayan adquirido para una utilidad social o laboral de esos animales.

Es decir, cada una de estas vacas debe enseñar a mugir a los terneros, explicarles cómo se come hierba sin ocasionar daños al  marabú, y sobre todo, a no dejarse matar y mucho menos comer por muy propietario que sea el ganadero que los críe o alimente.

Además, en el orden laboral deben suplir a los tractores, hacer la función de ómnibus intermunicipales y sustituir al hombre en las faenas del campo.

Pero aquí no terminan los privilegios de los propietarios cubanos, pues en caso excepcional, y según la Resolución 5 de 2003, pueden tener seis bueyes destinados a la tracción animal, cuatro equinos para transportar obreros, y ocho mulos y/o asnos que acarreen la leche hasta la bodega más próxima, generalmente ubicada a 25 kilómetros.

Eso sí, amén de no poder matarlos para comérselos, los propietarios no pueden canjear o vender un tarro, una pezuña, o un rabo a otro ente que no sea el Estado.

Y es aquí donde comienzan a mugir sus cuitas los afortunados ganaderos cubanos con tan bastos rebaños.

De acuerdo con las quejas formuladas por un acaudalado ganadero (dueño de una bicicleta china, una yegua coja, un pozo seco y un maizal) al Ministerio de la Agricultura (MINAGRI), los funcionarios encargados de comprarle los animales le pagan una vaca cual si fuera una chiva.

Unas veces por la falta de pesa o cintas para pesar o medir los ejemplares, otras porque consideran que el campesino no tiene suficiente tierra (entre las uñas) para tanto ganado, a un torete que por su categoría debe pagarse como toro de ceba, lo pagan como buey.

Y los toretes tienen dignidad, amor propio, peso apropiado, pangola en el estómago, más de seis meses de vida, y méritos  suficientes por haber abonado la bosta necesaria para alumbrar una vaquería.

Se precisa ser más humano con el torete y el campesino. Urge pagarles el tiempo y el cansancio invertido en lograr un mugido de alcurnia, dos tarros de campeonato, una carne de primera calidad para dirigentes y extranjeros.

Hay que convencer a los funcionarios de la agricultura que acudir a las definiciones del DELIRA (Diccionario de Lingüística Revolucionaria Aplicada) para la compra obligada de animales a un campesino cubano, no se corresponde con la realidad.

¿Cómo es posible, muge atribulado el ganadero, que la cría de mis cabezas de ganado sea considerada “exceso” a partir de los 11 meses y tenga que venderlos al Estado o me las quitan?

“Esto es privarme de la patria potestad, hacerme un hueco en medio del potrero, si cuando más bellos están es al cumplir el año, los dos, y hasta los tres, pues si lo piensas bien hasta duermes con ellos”.

No es justo ser propietario sólo por 11 meses. Mucho menos que por falta de cintas, pesas, vergüenza y voluntad venga un asno y me pague un torete como un buey.

Hace falta que quienes deliran en sus excesos al llamarnos propietarios por tener cuatro vacas, seis bueyes y ocho mulos, aprendan a mugir, carguen bultos, coman hierba y anden de sol a sol en los potreros, para que aprendan a ser tan nobles e inteligentes como el ganado que forma mi “rebaño”.

 

 

 

 
 
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