2 de junio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Los odios de Barredo

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Quizás muy pronto esté listo el arsenal legal para que otros disidentes vayan en calidad de huéspedes para algunas de las más de 200 prisiones y campos de trabajo que existen en Cuba.

Eso quiere el diputado Lázaro Barrero Medina cuanto antes. Hace unos días propuso aumentar los castigos para quienes, presuntamente, reciben dinero de "una potencia extranjera con el fin de subvertir el orden interno".

El pasado martes intervino en la reunión constitutiva de la Comisión de Relaciones Internacionales del Parlamento con el fin de poner en perspectiva la idea de ampliar el horizonte delictivo para quienes demandan una democratización del país.

Podría estar en marcha un plan de mayor envergadura contra la disidencia. Por estos días hubo un adelanto de lo que pudiera ser el preámbulo de nuevas acciones represivas que concluyan en procesos judiciales progresivos y que incluyan a un significativo número de disidentes.

La movilización mediática en torno a presuntas conexiones entre líderes de la disidencia, personas vinculadas al sector más conservador del exilo y diplomáticos de la legación estadounidense en La Habana, ofreció pruebas fehacientes de la intención de urdir un plan con el cual crear el ambiente necesario para una escalada represiva.

Es un remedo de lo que sucedió en la primavera de 2003, cuando resultaron detenidos y juzgados, con carácter sumario, 75 personas vinculadas al movimiento que en Cuba aboga por transformaciones democráticas de carácter político, económico y social.

Las acusaciones ventiladas en los medios de comunicación de la isla tuvieron como eje principal la denuncia del patrocinio de los Estados Unidos en el sustento económico de la disidencia interna. Esto marca un perfil recurrente donde valen descalificaciones personales, verdades a medias, artificiosos planteamientos que sólo sirven para crear atmósferas con sobradas tácticas de terror psicológico y que justifiquen las medidas punitivas.

La intensidad y la extensión de los denuestos esgrimidos contra varios miembros de la oposición pacífica y la sociedad civil, obliga a pensar en una estrategia que podría tener entre sus propósitos volver a poner en práctica un golpe demoledor a quienes apuestan por la instauración de un estado de derecho en Cuba.

Los antiguos gobiernos socialistas de Europa del Este usaban similares procedimientos con tal de desprestigiar y encarcelar a sus oponentes. No hay nada nuevo bajo el sol.

El fárrago de incriminaciones recientemente lanzadas contra varios luchadores pro-democracia, por un gobierno que se niega a dar cobertura legal al ejercicio de libertades consagradas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en los Pactos de Derechos Civiles y Políticos, y de Derechos Económicos, Sociales y Culturales hace poco firmados, no alcanzan para convencer a quienes tengan un mínimo de sentido común.

Lázaro Barredo y otros que escenifican lo más rancio del pensamiento totalitario llegan prejuiciados y solícitos a cumplir un plan en el que son piezas intermedias, quizás al margen de los detalles finales, pero que sirven a un propósito determinado.

Ofenden, acusan, proponen los peores castigos para los que se atreven a criticar a cara descubierta las anomalías del sistema comunista. Cuentan con entera libertad para fungir como fiscales en un proceso, hace unos días mediático, ahora legislativo, que amenaza con concluir en un tribunal, con juicio sumario, largas condenas y una parodia de defensa legal.

No es por gusto que Lázaro Barredo sea el director del diario Granma, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, la única entidad política que existe desde el inicio de la revolución en 1959.

En el pensamiento de estas personas no cabe la idea de que la diversidad de criterios es algo consustancial a las sociedades modernas. Se aventuran a defender el sistema que rige en Cuba con acciones y argumentos sin relevancia moral y ética.

Diputado, periodista e inquisidor. Tristes empleos en un país donde no hay espacios para quienes no comulgan con la ideología oficial.


En la vida de Lázaro Barredo lo que rige es el odio. Esto se nota en su desempeño en las tres tareas que desempeña. Tal vez por ese motivo no vea más allá del muro de intolerancia tras el que habita él, sus jefes inmediatos y muchos de sus subordinados en el periódico Granma.

 

 

 

 
 
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