25 de julio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Remedios tardíos

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press 

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - ¿Puede hacer algo la aspirina contra el cáncer? En la órbita de las pifias desprendidas del árbol de la autosuficiencia y los diagnósticos por decreto, gravitan las consecuencias fatales. No es extraño que tras las cortinas de estos rituales del desastre suelan confirmarse la recuperación y el total restablecimiento del enfermo como si se tratase de una de las rutinarias  profecías del club de los médicos divinos.

En este caso creo que el medicamento llega tarde y con fecha de vencimiento. Sanar el tejido de la educación pública después de décadas de abandono es una encomienda difícil.  Sencillamente se confunde la solución real con el deseo, se proyecta una nueva revolución dentro de otra que deja en el ambiente una fábrica de tinta para los epitafios.

Aquí les va el título del remedio para sacar de terapia intensiva al Ministerio de Educación: Decreto Ley No 260, “Tratamiento laboral y salarial a maestros y profesores jubilados que se incorporen a las aulas”.

Vuelven al ruedo las definiciones mágicas, los brebajes que vienen con etiquetas nuevas y sin contraindicaciones.  En pocos meses, adiós a las toxinas que se han enquistado en cátedras y aulas

El bajo rendimiento escolar, las deserciones del personal docente, el fantasma del ausentismo, las conductas desordenadas de infantes y adolescentes serán solo malos recuerdos. Los planes curativos, promocionados recientemente, están ideados para que una de las vitrinas del socialismo recobre el semblante de antaño. La salud y la educación pública son la cara y la musculatura de la revolución socialista frente a los ojos de la comunidad internacional.

Habría que agregar otro componente esencial del cuerpo totalitario que, por cierto, todavía conserva aceptables grados de lozanía entre las neblinas de la decadencia: los órganos de la policía. Es cuestión de prioridades, revelaciones de lo engorroso que resulta encontrar la lógica dentro de un país que muchos alrededor del mundo sitúan entre los máximos exponentes de la cordura.

Más que un atinado proceso de excelencia, el hecho de poner en práctica la disposición legal con el fin de detener el descalabro en el sistema educativo sirve para actualizar el guión de la tragedia.

Después de tantas dosis de silencio y artificios vendidos como piezas auténticas, es plausible la admisión de detalles muy útiles para diferenciar ese país trazado a la medida de los discursos y las promesas con el otro donde el fracaso pasa de la suma a la multiplicación.

Hace tres lustros que me di a la tarea de auscultar a la revolución, y en el curso de la tarea descubrí un rosario de padecimientos. Esos mismos que ahora aparecen en los medios de comunicación con ciertas ambigüedades.

Todavía el reporte oficial no coincide con el mío. Apenas se han reflejado pinceladas  de un abultado expediente. Muchos de los hombres que me acompañaron en esa faena continúan en la cárcel. ¿Por qué allí si lo que se merecen es un reconocimiento por su labor de detección temprana de un espasmo económico, político y social?

La terapia que se anuncia con bombos y platillos es insuficiente. Le faltan aportes novedosos.

Los decretos no han demostrado su eficacia, sobre todo los que nacen de un pequeño grupo de políticos acostumbrados a fundir sus criterios con la arrogancia y el absurdo.
Con su intolerancia han postrado al país. Nos han roto la vida y los sueños.

oliverajorge75@yahoo.com

 

 

 

 
 
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.