23 de julio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Del pasado perdido

Rafael Ferro Salas

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Alguien dijo que recordar es volver a vivir. La gente, cuando pasan los años, viven de los recuerdos. La mayoría piensa que recordando tomamos de la mano al niño que fuimos, y de alguna forma trasmitimos vida a nuestros muertos.

El recuerdo es andar de nuevo, se sustenta en las tradiciones y se alimenta de las viejas costumbres que arman nuestros sentimientos. Si nos quitan las tradiciones nos despojan del encanto del pasado.

-El día que en este país empezaron a quitarnos por ley las costumbres, nos pusieron en el camino más directo a la muerte.

Mi vecino Francisco se queda mirando la pared como perdido en la neblina del tiempo. Se pensionó por prescripción médica después de sufrir una trombosis que le dejó paralizada la mitad derecha de su cuerpo. Francisco pasa cada minuto de su media vida llorando por las costumbres que le arrebataron hace cincuenta años.

Un día la gente amaneció sin navidades, los niños sin reyes magos, y los últimos días de diciembre se convirtieron en momentos para la reflexión.

En estos tiempos prolongados de carencias los cubanos han ido perdiendo también la decencia, el respeto hacia el semejante, el sentido de la solidaridad.

Cada profesional de la salud tiene como sueño principal de su vida huir del país a cualquier parte, a brindar ayuda (dicen) al más necesitado, pero la idea es pura ficción. El objetivo verdadero es acumular méritos y lograr el viaje salvador hacia un país remoto, para buscar un cambio en sus condiciones de vida, tan limitadas en la isla.

Sin embargo, en Cuba los hospitales y policlínicos –salvo raras excepciones de interés estatal- son blancos cotidianos de las inconformidades y las quejas por parte de la población, debido el mal trato y la irreverencia de los médicos para con los pacientes.

-Nos hemos quedado sin nada de lo que teníamos ayer los que somos más viejos. Para los jóvenes sólo quedan las anécdotas que contamos los que hemos vivido más, aunque sea a medias. Siento lástima por mis nietos y por los niños de este país -dice el viejo Francisco. Su mirada recorre la pared y murmura con tristeza:

-Me siento perdido en esta isla.

 

 

 

 
 
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