18 de julio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Plaza enrejada

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Con el consecuente martilleo en el diafragma, nuestros paisanos que hoy rondan la media rueda recordarán las “pilotos”, aquellos chinchales dedicados a la venta de cerveza a granel que durante los  años  70 y  80 constituyeron la única alternativa de los sedientos en La Habana.

Las “pilotos” eran como jaulas para fieras de alta peligrosidad. Totalmente enrejadas con barras de acero y con una pequeña puerta, también metálica. De manera que cuando se formaba la bronca no existiese la menor posibilidad de escape. La policía tenía su trabajo hecho. Sólo le restaba transportar a los enjaulados.

Pues, bien, parece que algunos funcionarios del régimen, nostálgicos de sus buenos tiempos, se han propuesto restituir aquel esperpento, aunque no en las cervecerías sino en el mercado agropecuario. Por lo menos uno de los principales y más concurridos de estos mercados capitalinos, el de la Plaza de Marianao, acaba de ser convertido en una inmensa jaula, al viejo estilo, con barrotes a troche y moche y con puertas estratégicas para la emboscada policial.

Como es sabido, desde hace varias semanas tiene lugar en La Habana una nueva arremetida contra lo que aquí llaman hechos delictivos y actitudes que violan la legalidad. Así que enrejar los mercados es algo que facilita las operaciones.

Necesitado de eventos efectistas con los que aparente hacer lo que no hace, el régimen ataca la corrupción emprendiéndola contra el último eslabón de la cadena, o sea, los menesterosos que venden sin licencia aguacates, hebillas para el pelo, salsa china o juguetes fabricados con latas de refresco. En tanto, continúan indemnes las bases del problema, que son las estructuras del sistema, violador de leyes y corruptor de hombres por naturaleza y vocación.

Mucho más beneficioso sería que en vez de perseguir a esos pobres buscavidas, les dieran la oportunidad de legalizar sus ocupaciones o les ofrecieran alternativas de empleo con salarios humanos. Pero está claro que el beneficio general para la gente no suele coincidir con lo beneficioso para el régimen.  

Al contrario, operativos policiales tan aparatosos como el de este momento resultan imprescindibles para las dictaduras, obligadas a realizar continuamente demostraciones de fuerza, recordándole al pueblo que ningún otro gallo puede cantar más alto que ellos dentro de los límites del patio.  

Poco parece importarles que este alarde de capcioso enfrentamiento contra hechos delictivos y actitudes que violan la legalidad, no traiga como resultado la rebaja de precios en los productos, ni sirva para satisfacer en lo más mínimo las múltiples demandas de la población en torno al mercado agropecuario. Les basta con que sirva para demostrar que mantienen la sartén por el mango, y que están prestos a usar el poder bruto siempre que sea preciso.

En fin, son delicadezas del régimen que aquí conocemos de sobra. Por lo que muy bien podrían ahorrarse el tremendismo y la mamarrachada de enrejar las plazas.

 

 

 

 
 
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