16 de julio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Romance de un peleador

Yosvani Anzardo Hernández

HOLGUÍN, Cuba, julio (www.cubanet.org) -  Las peleas de gallos forman parte de la tradición campesina cubana, por ello todo el mundo sabe lo que es un gallo fino, y aunque no todo el mundo conoce los detalles de la preparación de estos animales para el combate, no existe un guajiro que no sepa qué es una valla de gallos.

En pueblos y ciudades existe otro entretenimiento, devenido en negocio lucrativo para algunos, y tal vez tan generador de ganancias como las peleas de gallos. Y hablo de algo perverso: las peleas de perros.

Existe en nuestro entorno otras formas violentas de ganar dinero, como las “peleas de hombre”. Son simplemente combates donde dos hombres se enfrentan en una especie de valla y la gente alrededor apuesta por uno u otro peleador.

Las reglas son simples, se pelea a lo caballero, o sea, sin armas, o con las que ambos decidan. Algunos de estos gladiadores hasta tienen representantes que se encargan de arreglar las peleas y definir las apuestas. Lo demás es simple, el perdedor no se levanta del suelo o se rinde. El ganador es el otro.

No existen golpes bajos, todos son validos. Tampoco importa el peso, un hombre de 60 kilos puede pelear contra otro de 90 si así lo decide el primero.

Curiosamente la mayoría de estos hombres no son peligrosos socialmente, o sea, por lo general no se involucran en riñas callejeras. Y es que para mantener el negocio lejos de la policía los involucrados tienen que cubrir las apariencias. Claro que se hace más por un problema de honor personal que por cumplir reglas legales. Por otra parte, todos tienen más de treinta años de edad.

“El Ermitaño” es uno de estos hombres de combate. Le llaman así porque pocas veces es visto antes de una pelea. No tiene representante, lo que no significa que no entrene. Lo hace, pero no en público.

En los años 80 y 90 existían en la región donde él vive innumerables escuelas clandestinas de artes marciales que celebraban sus propios torneos. Luego las escuelas desaparecieron y sus torneos derivaron en los actuales eventos donde se pelea por dinero y un poco también por honor.

Este hombre tiene una forma inteligente de pelear, calcula adecuadamente a su contrario y sobre todo recibe muy pocos golpes, lo que no significa que siempre haya ganado. No obstante, sus victorias le dan suficiente dinero para vivir por encima del nivel de vida del cubano común. Cuando deja sobre la tierra a su contrario siempre murmura la misma frase, para todos ininteligible, algo así como: “De ella viene el que me rosa y lo despido”, y siempre lo hace mirando a su oponente en el piso.

Pero las cosas un día van a cambiar, todos saben que la edad es un magnífico contrincante, aunque no es ese enemigo que viene con el tiempo al que me refiero ahora. Desde hace rato, en el pueblo se alquilan novelitas rosas por el precio de un peso diario por ejemplar, que gustan mucho a las mujeres y nadie conoce al autor o autora.

Estas novelas desarrollan sus tramas en zonas campesinas y guardan relación con la tierra y el apego a esta. El texto de contraportada termina con una misma frase y cualquiera puede ser el autor, menos un hombre de pelea.

“El Negro” es uno de los que ha perdido con “El Ermitaño”, y  más de una vez ha escuchado el murmullo de éste al final del combate.

Asegura “El Negro” que “El Ermitaño” no lo mira a él, sino a la tierra, y repite la frase que todos malinterpretan, y que es la frase de las novelas:

-De ella vienen las rosas, y sus espinas.

 

 

 

 
 
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