14 de julio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

El cuento

Aleaga Pesant

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Al ex comandante en jefe siempre le gustó fabular y mentir. Trasciende entre sus  fabulaciones la anécdota de la Sierra Maestra, cuando ante la vista del periodista Herbert Mattews, hizo pasar a sus pocos hombres repetidamente y en distintas direcciones, y los contaba como pelotones.

En esta época en que se reimprimen sus viejos escritos, como forma de mantenerlo presente, la aparición en Granma de su versión de la muerte de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973 es otro ejemplo de su capacidad de fabular.

Según el diario, el testimonio fue escrito por  Castro en 1974 y debe formar parte de un libro en preparación. El artículo apareció el 26 de junio, como parte de los homenajes por el centenario del nacimiento del político chileno, quien murió pocas horas después del golpe de estado que derribó su gobierno.

A la manera de Kim il Sung, el Doctor hace una narración más cercana al Señor de los Anillos, que a la emocionante realidad de verse sitiado por el futuro incierto. Como si los pequeños grandes dramas de la vida cotidiana no fueran suficientes para respetar las decisiones tomadas.

Lanzamientos de granadas, bazukazos, intercambio de disparos a quemarropa contra los carabineros, numerosos defensores muertos por la metralla, o carbonizados. Oleadas de aviones bombardeando el Palacio de la Moneda, constituyen la trama. Nada recuerda más a Los héroes de la fortaleza de Brest, aquel libro de guerra soviético, que leímos de adolescentes.

Salvador Allende

Sin ánimo de disculpar el Doctor, es probable que los acompañantes de Allende en sus últimos momentos contaran por aquella época al ex presidente cubano la versión de la historia más favorable para sus “molinos”.  Donde son imprescindibles las muertes heroicas y los esfuerzos sobre humanos.

Curiosamente, entre los acompañantes de Allende esa mañana, se encontraban los mellizos La Guardia. Uno de ellos fusilado en el verano de 1989.  Estaban allí Max Marambio y Ulises Estrada.  Todos oficiales de la Dirección General de Inteligencia (DGI) de Cuba.  Hasta Payita, la fiel secretaria de Allende, que luego ocupó la oficina de Havanatur en Paris, sucursal del Ministerio del Interior.

Luego de cuarenta años y después de aclarado el incidente en múltiples ocasiones por historiadores, testigos e investigadores, se sabe que sólo hubo dos muertos en el asalto al Palacio de la Moneda: el Presidente Allende y uno de sus ministros. De ambos se dice que se suicidaron.  Solución sin lugar a dudas honorable, pero no suficiente para la tragedia en que el gobierno de la Unidad Popular hundió a Chile.

Otras versiones señalan que uno de los oficiales de la Inteligencia cubana que componían el grupo de apoyo del Presidente, pudo ayudarlo a tomar tan trágica decisión.

De las oleadas de aviones que narra el Doctor, el diario La Tercera, a raíz del aniversario cuarenta del golpe, en septiembre del 2003, publicó un artículo sobre los pilotos que bombardearon La Moneda. Eran dos jóvenes oficiales. Uno de ellos murió de cáncer a finales de la década del noventa del siglo XX. El otro no se menciona por la Fuerza Aérea de En general, poco se habla de la historia real de lo que sucedió en el palacio. 

Mientras, el Doctor y su equipo de prensa le siguen mintiendo al pueblo de Cuba.  

aleagapesant@yahoo.es

 

 

 

 
 
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