11 de julio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

La esfinge

Yosvani Anzardo Hernández

HOLGUÍN, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Juan es un niño, aunque muchos no están de acuerdo conmigo. Su problema radica en que es demasiado inteligente. Con sus 8 años participa con éxito en competencias infantiles de ajedrez, no se sienta ni para comer, asegura que la vida es corta y le sobrará mucho tiempo después de los cuarenta, y pone como ejemplo a su tío Miguelito, que es tan vago que no puede usar relojes automáticos. 

Pasó una semana a dieta durante un torneo porque la sede fue una escuela especial, y él jura que ni muerto come comida de locos. Como oyó decir a los padres que el peso no sirve para nada y es una estafa, él cree que debieran sustituirlo por el pezón, que es más grande y cuando su familia se pegue a una buena teta, como otras han hecho, entonces sí se acabarán las peleas con su hermana porque esta le come su ración de pan.

Juan asegura, con relativa razón, que el problema del peso radica en que vivimos cerca del ecuador y por eso el nuestro es más ligero. Y digo relativa porque evidentemente el niño establece un paralelismo entre el poco valor de la moneda del obrero y la incidencia de la gravedad sobre nuestro planeta, que hace que el objeto que pesa un kilogramo en el ecuador, en los polos pese cinco gramos más. Pero así es mejor, por lo menos aún no le echa la culpa a nadie. Ya está buscando causas y no tardará en encontrarlas.

De la misma forma dice que el punto ciego de nuestros ojos no nos permite ver muchas cosas, y nuevamente vuelve a tener razón. Evidentemente, la física recreativa lo apasiona.

Recuerdo los libros de Perelman, e imagino que él los conoce, pues asegura que nuestro punto ciego no nos permite ver lo evidente, lo que está ante nuestros ojos, y que si todos fuéramos tuertos no veríamos mejor, pero sin duda seríamos más objetivos porque lo que no ve un ojo lo ve el otro o lo imaginamos.

Entonces nadie se asombre de que al mirar al cielo haya un espacio del tamaño de 120 lunas llenas que no podemos ver, y sin embargo, la ignorancia no parece afectarnos, así nuestra deficiente visión no aparenta hacernos daño, pero existen personas que ven mejor porque no lo hacen con los ojos.

Según Juan, los ojos no están hechos para guiarnos, sino para recoger parte de la información que necesitamos. Él, por ejemplo, asegura que es una ilusión óptica lo que sufre cuando llega temprano, y aún así, no encuentra su pan del día sobre la mesa. Él sabe que está allí, pero no lo ve, por ello ha decidido dejárselo definitivamente a su hermana.

Juan, sin embargo, ve monstruos que pululan por todas partes, que dicen idioteces y mienten, que se aferran a viejos odios para no reconocer su maldad actual.

Por mi parte, inmediatamente recordé en uno de los libros de Perelman el cuento La esfinge, de Allan Poe, que es utilizado para ejemplificar un error de visión. En el cuento, Poe ve un monstruo singular con características físicas terroríficas y de proporciones espeluznantes, y el problema era que estaba viendo un insecto de cerca y lo imaginaba lejano. No obstante, el niño Juan, al parecer, continúa con razón.

-No sólo veo el monstruo -me dijo-, también puedo sentirlo, y es peligroso, porque tiene mucho miedo, y a diferencia de un insecto, mata de verdad.

 

 

 

 
 
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