10 de julio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Ilusiones perdidas

Adrián Leiva

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Manuel es uno de esos individuos que han descubierto la difícil fórmula de mantener su matrimonio durante veinte años y decir, con todo orgullo, que es el hombre más feliz de la tierra.

Su primer encuentro con Mayra, su esposa, fue obra de la casualidad. Recién iniciado el tercer año de su licenciatura, descendía por la escalinata de la  Universidad de la Habana, y  tropezó con la futura que comenzaba el primer año de su carrera.


Entre risas y burlas Manuel se deshizo en  disculpas. Y así empezó lo que hoy es un matrimonio con dos hijos que ya andan camino a la universidad.

Manuel ha pasado su vida brindando amor en el hogar que heredó de sus padres, ya que, a falta de vivienda propia (como sucede a la mayoría de los matrimonios cubanos), la casa paterna ha sido el refugio de las nuevas generaciones. Manuel es una persona querida y respetada por vecinos, familiares y amigos. Como todo joven tuvo un sueño: tener una radio grabadora estéreo.

 Su padre, Vanguardia Nacional del Trabajo, no podía ni remotamente pensar en adquirir para su hijo el equipo. Debía conformarse con el bono del sindicato que le confería el derecho a comprar un radio soviético.

Corrían los años 70, época en que la música rock y Los Beatles estaban prohibidos en Cuba. La juventud sufría los embates de la represión. Miles fueron encarcelados al estilo soviético en las Unidades Militares de Apoyo a la Producción.

Cuando Manuel  cuestionaba al régimen, el padre siempre le daba la misma respuesta: “Hijo mío, esta revolución es lo más grande que tenemos los cubanos. Ahora nos sacrificamos pero ya verás que en unos años seremos el mejor país del mundo y tendremos todo lo que ustedes desean tener”. 

Como todos los que cursaron estudios universitarios en Cuba después de 1959, Manuel no tuvo que pagar un centavo por su educación superior. 

Hoy, en pleno siglo XXI, Manuel y Mayra son  licenciados con varios años de experiencia profesional, y ocupan cargos de responsabilidad en sus respectivas empresas. Sus limitados salarios apenas cubren las necesidades mínimas de la familia durante quince días de cada mes.

Para alcanzar sus sueños de adolescentes, Manuel y Mayra tendrían que ahorrar sus salarios de  más de un año, algo imposible de hacer. La razón por la que una vez se esforzaron pensando que si lograban ser profesionales podrían vivir económicamente una vida mejor, se ha convertido en una eterna frustración.

 

 

 

 
 
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.