10 de julio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Preludio de un verano sofocante

Oscar Mario González

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Algunos asocian el reciente vendaval represivo de los cuatro días de julio, que van desde el día dos hasta el cinco de propio mes, con el preludio de un verano sofocante. Fue muy dañino; no tanto por lo intenso sino por lo extendido y original.

Lo primero, la extensión, porque afectó a todas las regiones de Cuba situadas entre los extremos oriental y  occidental del país. Lo otro, la originalidad, se refiere a los intentos del gobierno cubano por impedir la asistencia a los actos por el Día de la Independencia de Estados Unidos, a celebrarse en la residencia del jefe de la Oficina de Intereses de esa nación, hecho este que carece de precedentes.

Según me refiere el director del Consejo de Relatores de Derechos Humanos, Juan González Leyva, quien personalmente estuvo monitoreando los acontecimientos, la  acción represiva se prolongó por espacio de cuatro días y en su punto más álgido llegó a tener cerca   de 80 detenidos en las estaciones de la policía y a otros tantos conminados a permanecer en sus provincias. Estos últimos fueron visitados por agentes de la Seguridad del Estado quienes, entre otras advertencias, les amenazaban con formularles cargos por “peligrosidad social” en caso de que asistieran a los festejos.

En total y, según el citado Consejo que avala las denuncias con nombres, apellidos y direcciones, ciento sesenta disidentes, opositores y  periodistas independientes fueron de una u otra manera afectados.

Pese a todo, la fiesta se llevó a cabo sin interferencias de las autoridades aunque, eso sí, con un despliegue policial impresionante en toda el área  próximo a la residencia del jefe de la Oficina de Intereses.

Lo más representativo de la oposición pacífica y el periodismo independiente se dieron cita para rendir honores a uno de los acontecimientos más importantes de la historia contemporánea. A pesar de la tensión, las amenazas y los peligros, la emergente sociedad civil cubana supo responder con valentía y entereza.

También el cuerpo diplomático acreditado en nuestro país tuvo una fuerte presencia, así como la Iglesia Católica, que no fue ajena al acto festivo. A pesar de tantos pesares , la concurrencia fue similar a la del pasado año.

Las palabras del señor Michael Parmly fueron breves y, a mi modo de ver, respetuosas, mesuradas y apropiadas a la fecha y al estado de ánimo de los asistentes. En lo fundamental, su discurso resaltó la vigencia de la Declaración de Independencia de las Trece Colonias y de cómo el ideal de libertad y de respeto a los derechos humanos en ella contenidos, son aspiraciones y metas presentes en el corazón del hombre de hoy y de siempre.

El gobierno cubano, que en esta ocasión trató de frustrar y de  restarle brillo al acto por el Día de la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, otros años ha festejado la ocasión. Incluso con actos centrales en el mayor teatro del país, el Carlos Marx, antiguo Blanquita.

La política tendrá sus vaivenes, sus altas y bajas; sus andares por veredas estrechas o por anchas alamedas, pero estoy seguro de que  en el corazón de la mayoría del pueblo de Cuba, anida un profundo sentimiento de amor y amistad hacia el pueblo norteamericano y hacia la gran nación de América.

Sin lugar a dudas el reencuentro entre ambos pueblos tendrá la  efusividad y viveza propias de un deseo de amor y solidaridad contenido durante décadas, por la  inútil terquedad de algunos. No sé si viviré para verlo pero estoy seguro de que así será.

 

 

 

 
 
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