9 de julio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

En nombre del pueblo

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Aún recuerdo la desagradable experiencia de ser víctima de la homofobia reinante a fines de los setenta en Cuba. Una tarde, agentes policiales me detuvieron durante horas en la estación de Zapata y C, en el Vedado, por la única razón de conversar con un joven ex alumno en la parada de ómnibus junto de la heladería Coppelia. Eran pasadas las doce de la noche cuando me soltaron. Me dijeron que lo hacían en nombre del pueblo.

Ayer volví a enfrentar otro acto de rechazo homofóbico, al leer un texto del director de la revista católica Palabra Nueva, Orlando Márquez, donde se hace eco del patatús de una Sra. nombrada Hilda Mejías -siempre en  nombre del pueblo-  a causa de la exhibición en la TV cubana de la película Brokeback Mountain, de Ang Lee, cinta que muestra la imposibilidad de desarrollar una identidad homosexual auténtica propia de la personalidad de dos vaqueros en un medio de intolerancia homofóbica.

El autor del artículo no sufrió un patatús como la Sra. Mejías,  lo suyo es peor; su argumentación para justificar su disgusto por el pequeño espacio que las autoridades conceden a un tema hasta hace poco tabú, es de naturaleza tan homofóbica que provoca espanto. El señor Márquez, desoyendo a la propia naturaleza en su diversidad de formas, concibe a los homosexuales como “anormales” y, con los  conceptos que maneja,  nos lleva a la Edad Media. Es mucha la hipocresía que encierra este artículo, que aprovecha la desinformación que la mayoría de la población cubana padece por designio oficial, sobre todo los católicos, quienes sufren, además del proselitismo propagandístico de las autoridades comunistas, el de las religiosas.

Si las “alturas gubernamentales” pretenden con la publicidad sobre la diversidad sexual desagraviar a quienes agraviaron, vejaron, encarcelaron y reprimieron antes, no lo encuentro mal. Bienvenida sea, como paso inicial, cualquier concesión a la libertad personal y los derechos humanos de cualquier cubano, aunque esté manipulada y utilizada con fines propagandísticos. Si un  organismo como el CENESEX dirige una propaganda en contra de la homofobia, ¿por qué no? Si la difunde centrada y apoyada en la figura y el apellido  de su directora, Mariela Castro, ¿por qué no?

No es la Iglesia Católica la más indicada para acusar a nadie en Cuba de promover la homosexualidad. Son bien conocidos los escándalos homosexuales y de abuso sexual de menores protagonizados por curas, que en los EEUU le han costado a la Iglesia sumas de dinero multimillonarias. No el CENESEX quien definió a la Iglesia Católica como “la mayor transnacional de homosexuales”, sino un jesuita alemán, Herman Kügler, residente en Múnich, teólogo, especializado en desarrollo de la personalidad y conferencista sobre el tema.

El Sr. Márquez, en el infeliz artículo mencionado, demuestra cuánto de colonial y de exclusión social caracteriza aún el cuerpo de ideas de nuestra Iglesia Católica, a pesar de ciertos laicos que la enriquecen con su quehacer. El texto es digno de aquellas tradicionales publicaciones del siglo XIX que defendían el integrismo colonial español a capa y espada; acude a la moralina y beatería de un catolicismo esperpéntico, el mismo que bendijo a quienes fusilaron a Federico García Lorca, a los que quemaron libros en las hogueras al grito de ¡Muera la Cultura!, a aquellos que tienen el alma tan gris como el color del Guernica.

Nuestra iglesia, que no crítica al gobierno por nuestros presos políticos y nuestros fusilados, ni por la degradación y división que ha ocasionado a la familia cubana, se atreve ahora a criticarlo cuando, quizás por primera vez en los cincuenta años de dictadura, otorga algunos derechos a un sector de la población que siempre reprimió ferozmente. Nuestra iglesia le exige al gobierno más represión.

No hace falta en Cuba otro fundamentalismo, ahora religioso,  después de medio siglo de ideología única, vaivenes y rectificaciones. Lo que necesitan los cubanos es abrir las ventanas de sus casas y sus almas para vivir su verdadera identidad individual, sin que nadie les dicte límites basados en dogmas institucionales, sean religiosos o políticos, o les diga lo que deben o no hacer, decir, ver, probar y vivir. Sería triste salir de una dictadura comunista para caer en una de fundamentalismo religioso.

 

 

 

 
 
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.