2 de julio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Alarmas innecesarias

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Corren rumores que, como siempre, quedan en terreno movedizo. En Cuba ya es natural que comiencen a girar alrededor de algún hecho un manojo de disquisiciones, a menudo aderezadas con la inexactitud, y proclives a confundir liebres con conejos.

Muchas veces hay lealtad en las críticas. Clarividencia sin manchas. Pero en ocasiones existe el premeditado fin de crear nebulosas o simplemente poner el traspié para abortar no un proyecto sino el deseo de crear conciencia sobre un asunto determinado.
Hay quienes enarbolan sutilezas y hasta acuden a la sorna en función de alterar el verdadero curso de los acontecimientos.

Causan sorpresa los temores de algunos coterráneos en relación al discurso sobre la discriminación racial en Cuba. Parece que el tema no entra en el todavía prematuro debate democrático.

Es para algunos un tema secundario. Otros abren los ojos y tragan en seco como si hubieran escuchado el aullido de un lobo y también existen los que se encargan de tergiversar, no sé con qué fines.

He tenido que soportar alusiones que causan sonrojo. Decir o dejar entrever que en Cuba se está gestando un movimiento bajo el emblema del Black Power es sencillamente una ruda manera de falsear la realidad.

Parece un plan para cerrar un espacio que requiere estudio y profundas reflexiones, pues el asunto está imbricado en el discurso de la identidad nacional, e incluso también es de notable importancia en el futuro establecimiento y consolidación de un estado de derecho.

 Es obvia la afirmación de que sin enmendar las claras evidencias de marginalidad que sufren amplios sectores de la población de raza negra no podría ser posible una república con mínimos parámetros de gobernabilidad.

El oficialismo acepta que el problema no es una invención. Hay dificultades que se han acumulado en este sentido y es preciso buscarle soluciones viables y concretas.
Con solo esporádicas llamadas de atención y medidas que por la ruta de la burocracia apenas llegan a su destino, no se puede pensar en arreglos de envergadura.

Realmente me asombran las acotaciones de amigos de un nivel intelectual fuera de dudas. Confeccionar argumentos a golpe de suposiciones y cálculos basados en teorías fatalistas no ayuda a arrojar luz sobre tal problemática que de diversas formas afecta a millones de cubanos.

 No albergo sentimientos racistas, si es que mis censores quieren ponerme ese cartel. Quizás sin saberlo soy el doble cubano de Malcom X. Si la difamación ha llegado a levantar esa atrabiliaria similitud, se equivocan.

Mi mestizaje es una buena lectura para conocer mi ascendencia. Cuento entre mis familiares cercanos una notable representación de blancos que cualquiera confundiría con anglosajones.

Lógicamente, no puedo desprenderme, ni quiero, de la parte que llevo de mis ancestros africanos. Me place poner en perspectiva el drama de millones de cubanos atados a esos orígenes y prácticamente lanzados a la parte más profunda de la cuneta del socialismo.
No digo ninguna barbaridad. Me limito a pasar revista por los barrios marginales, por las cárceles, por los empleos peor remunerados, por los programas de televisión donde el negro es una rareza, un ente colgado a lo circunstancial o a algunos de los resquicios de la suerte.

A la gente de las murmuraciones. A esos artesanos del tremendismo y las barahúndas les digo que en Cuba democrática no habrá un partido que tenga como requisito para su afiliación el color de la piel. Tampoco una nueva versión de las Panteras Negras. Al menos si estoy vivo seré un tenaz crítico de esas corrientes de pensamiento.

Si insisten en echarme lodo, pues adelante. Tengan cuidado para que no se embarren con su propios fangos. Por fortuna no me faltan amigos de verdad, blancos y negros, una mano derecha para ponerle letras a mis ideas y el coraje para seguir abogando por un país mejor. ¿Acaso existe mejores impermeabilizantes?

 

 

 

 
 
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