Miguel Valdés Tamayo está entre nosotros
Miriam Leiva
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Miguel Valdés
Tamayo falleció el 10 de enero de 2007. Cuando lo vi el 10
de diciembre, sólo un mes antes, lucía bien con su
pulcra y discreta prestancia habitual. Le pregunté cómo
se sentía y me respondió que estaba llevando muy difícil
su dolencia cardiaca. No imaginé que estaba en el ocaso de
su vida
El 31 de diciembre lo pasó en el hospital
y no sobrepasó las crisis. Cuando volví a encontrarlo
fue en el féretro, sólo un mes después. Yo
había tomado quizás su última foto el Día
de los Derechos Humanos. Las próximas serían en la
funeraria, la misa y la tumba, donde su viuda e hijos tenían
ese semblante punzante y la mirada incrédula. Parecía
el jamás que en muchos sólo pertenece a los familiares
del difunto. Pero Miguel se inmortalizó por esos caprichos
de las injusticias y la tenacidad de quienes las afrontan.
Es él uno de los 75 macabramente arrojados
en los calabozos de esta república prisión llamada
Cuba, aquella Primavera Negra de 2003. Los esfuerzos de sus familiares,
solidarios cubanos dentro y fuera del archipiélago y tantos
en todo el mundo aún no han logrado la excarcelación
incondicional que se merecen, porque no han cometido ningún
delito. Sus únicos crímenes son haber vencido el miedo
y alcanzar la libertad mediante la expresión de sus ideas,
apresadas desde que nacieron en muchos casos.
Ellos son realmente libres porque nadie puede dictarles
como tienen que pensar ni qué pueden hablar. Son pacíficas
personas que aman su país y han pretendido que avance para
beneficio de sus hijos y los hijos de todos los cubanos, y el pueblo
cubano actual, y el pueblo cubano de mañana. La mayoría
está seriamente enferma por las condiciones inhóspitas,
la mala alimentación y la tortura psicológica. Pero
no pierden su dignidad.
Ahora, cuando en Cuba se abren posibilidades de salir
del marasmo y se comienza a reconocer los problemas que muchos de
los 75 alertaron, no tiene explicación que 59 aún
permanezcan en las cárceles. No sólo tiene que suscribirse
acuerdos internacionales y recibir a representantes de Naciones
Unidas sobre asuntos relativos a los derechos humanos. Esos derechos
hay que ejercerlos efectivamente, en primer lugar siendo justos
y liberando a los prisioneros de conciencia. Los visitantes ilustres
bien podrían contribuir a que eso se alcance y, además,
ayudarían al gobierno a liberarse de tal peso.
El quinto aniversario de marzo de 2003 no debe
conmemorarse con los 59 en prisión. Menos aún debe
darse oportunidad a que otros puedan correr igual suerte que Miguel
Valdés Tamayo.
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