18 de agosto de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Las ruedas de la muerte

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Murió en abril aplastado por la desidia. El cadáver sobre el camastro. Los rastros de la ira esparcidos en la escena del crimen. Murmuraciones y algunas voces encolerizadas entre el grupo de testigos abocados a un final de similar factura.

Fue de madrugada la muerte de Lisdanly Gómez, un joven de 23 años que cayó bajo las ruedas del destino. No pudo idear una maniobra para evitar el percance. Estaba en un callejón sin salida aquel primero de abril de 2008.

Sus pulmones tenían problemas. Respiraba con dificultad y nunca hubo la disposición para brindarle los primeros auxilios.

Dicen sus familiares que el fallecimiento se produjo a medianoche. Una veintena de hombres clamaron por la debida atención médica, pero el oficial Eligio interpretó la algarabía como una afrenta. ¿Serán esas las reglas de juego en la prisión de Ariza?
Lamentablemente no se trata de un caso único, es la tónica del universo carcelario cubano, donde se sobrevive en una especie de limbo desde el que se visualiza sin mayores esfuerzos y a cualquier hora a la muerte.

La veía a menudo en medio de las peleas entre reclusos, en las indiscriminadas palizas propinadas por los carceleros, en los intentos de suicidios.

Leía este pasaje tomado del interior de Ariza, a mi modesto entender la mayor cárcel de la provincia Cienfuegos, situada a 234 kilómetros al este de la capital, y rememoré mis experiencias en esas franjas del infierno.

Este reporte de un periodista independiente brinda detalles muy importantes para la definitiva versión del libro negro del comunismo en Cuba. Lógicamente esto no sólo ocurre en la isla. La diferencia estriba en el contraste entre la imagen que se presenta al mundo dotada de una pulcritud a prueba de señalamientos críticos y que la realidad se encarga de desmentir.

Cada semana sobran las incidencias negativas en el profuso ambiente de las rejas y los candados. Son talleres para ensamblar agonías. Lisdanly salió de allí antes de cumplir los 5 años de condena por robarse una bicicleta. Es impactante la muerte de un joven  a causa de la inhumanidad de uno de los carceleros.

Pudo salvarse para ver crecer a su pequeño hijo de 4 años. Eligio, el oficial, no quiso. Se hizo el sordo, no el mudo, pues aseguran que ante los llamados de auxilio del resto de los presos soltó una grosería impronunciable.

Félix Reyes, de la agencia Cubanacán, Press puso sobre una cuartilla el breve, pero contundente repaso del siniestro episodio. Me motivó a escribir y recordar algunos sucesos estremecedores vistos durante los casi dos años de encarcelamiento.

Conocí a un preso, en la prisión provincial de Guantánamo, que se robó un par de cazuelas abolladas y con tizne de un bajareque de la ciudad de Baracoa, en el extremo oriental del país. No recuerdo su nombre, sí su notoria anormalidad. Se veía aburrido de la vida, la desnutrición se le desbordaba en el cuerpo, siempre taciturno.

Puede ser que me esté refiriendo a un muerto ya convertido en polvo. Salí de allí a finales de 2003 para la prisión de Agüica en la provincia Matanzas, a 100 kilómetros al este de la Habana. Otros espantos vendrían a agolparse en mi memoria.  

 

 

 

 
 
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