14 de agosto de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

La casa por la ventana 

Oscar Mario González    

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Cuatro mil millones de seres humanos disfrutaron de la inauguración de los Juegos Olímpicos 2008 el pasado viernes 8 de agosto. Entre ellos 11 millones de cubanos dentro de la Isla, que  hoy podría llamarse “El manicomio del Caribe”, aunque durante mucho tiempo fue conocida como “La Perla de las Antillas”.

Los medios informativos del régimen no fueron lentos ni cicateros en cuanto a prodigarle elogios y todo tipo de encomios al evento inaugural. Hasta una mesa redonda le fue dedicada. El noticiero de la televisión, la radio, la prensa plana, coincidieron en los adjetivos: grandioso, fabuloso, espectacular, brillante y otros por el estilo. El periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista, destacó en primera plana: ¡Beijing impresionante!

En efecto, la grandiosidad de la apertura acepta cualquier alabanza; nada de exageración puede haber en ningún epíteto que se utilice por muy grandilocuente que resulte. Sin lugar a dudas los chinos se la gastaron toda, como se dice en buen cubano. Tiraron la casa por la ventana. 

Ahora bien, si tal acontecimiento hubiera corrido a cargo de los Estados Unidos los medios informativos del régimen castrista lo interpretarían como un derroche económico innecesario; como un alarde de fuerza y prepotencia.

Los economistas del régimen hubiesen echado manos de la aritmética marxista hasta calcular el último yuan gastado por los chinos en tan estériles menesteres. Máxime cuando la presente crisis alimentaria amenaza, según el castrismo, con acabar con medio mundo. Con toda seguridad calcularían las toneladas de petróleo gastadas; el queso, la mermelada y el pan con mantequilla consumidos por los atletas y, todo ello traducido en millones de dólares equivalentes a posibles hospitales para países del tercer mundo. Las cifras de los muertos  por inanición se repetirían constantemente contrastándolas con el despilfarro yanqui. El Imperio, además de botarate resultaría incriminado como burlador y humillador de los pueblos pobres del mundo.

Pero fueron los chinos, y en esta Cuba de hoy los gobernantes de esa nación, herederos del legendario Mao e hijos de Confucio, tienen bandera alta. No importa que el Gran Timonel fuera tildado de “viejo chocho” por el propio Comandante, o que la invasión china a Viet Nam hubiera calificado en su momento de genocidio, crimen y traición. Bajo la óptica castrista la política está supeditada a los resultados y las conveniencias, sin otra verdad como no sea la voluntad del mantenimiento del poder a toda costa y a cualquier precio.

Los viejos tiempos, cuando rusos y chinos aparecían en el escenario geopolítico como pretendientes rivales de la joven y atractiva revolución cubana, han quedado atrás. Hoy, esta última no es si no una vieja achacosa y arrugada, y sus otrora pretendientes dos prósperos y acaudalados capitalistas firmemente convencidos de que la libre empresa y el libre consumo son las únicas formas de garantizarle al pueblo desayuno, almuerzo y comida, así como vivienda y abrigo decorosos.

Nos queda por ver y oír el próximo acto de clausura de las presentes Olimpiadas, de seguro tan majestuoso y magnificente como el inaugural. La arremetida de elogios, ensalzamientos y alabanzas por parte de los medios de difusión del régimen cincuentenario cubano harán sonar nuevamente las gangarrias y los cascabeles.


Pocos en el mundo se acordarán de que el progreso chino actual, peculiarmente cimentado en el mercado y el consumo capitalistas, obra a través de una población esclavizada por el totalitarismo comunista, y que sus actuales gestores son herederos y cómplices directos de decenas de millones de víctimas mortales cuya escena más reciente en la Plaza Tiananmen aún resuena en los oídos  y estremece el corazón de todo aquel que en el mundo ama la justicia y la libertad. Empedernidos violadores de los derechos humanos del  pueblo chino.

La fantasía de un panorama donde la luz, la música y el color bañen el cielo de centellas y relámpagos, y el genio humano  muestre la seducción de su arte, su técnica y su tecnología como expresiones del saber científico, todo ello combinado, hará olvidar a muchos el dolor y el sufrimiento sobre el que descansan tales supuestas maravillas.

 

 

 

 
 
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