13 de agosto de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Buzos con el agua al cuello

Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) – Más de 365 buzos de la capital fueron sancionados por recoger materias reciclables  en los contenedores de basura y en la vía pública.

De esa cifra, 290 fueron multados; 20 presentados ante el consejo de la comunidad con el propósito de controlarlos; 45 multados y devueltos a sus provincia de origen; 11 condenados a trabajo correccional sin internamiento, y 59 fueron instruidos de cargo como reincidentes.

Según las autoridades, muchos ciudadanos han hecho del “buceo” un medio de vida. Uno de estos hombres dijo a este reportero: “Nuestra labor contribuye a la limpieza de la ciudad y al cuidado del medio ambiente. No robamos, no molestamos a nadie, ahorramos al país con lo recuperado, y de paso nos buscamos honestamente unos centavos. ¿Se nos puede llamar delincuentes, o decirnos que fomentamos la indisciplina social?

Los grupos operativos multidisciplinarios se crearon en cada municipio, y están encargados de visitar a los ciudadanos que se dedican a la recolección de desechos reciclables sin permiso, “con el fin de reinsertarlos en la sociedad”, según dicen.

Si la persona visitada por esta comisión insiste en recoger desechos, deberá enfrentar las conocidas “actas de advertencia” de la policía, y la presentación ante la comunidad.


Nicomedes, de 76 años, residente en el municipio Habana Vieja, comentó: “Ya no recojo laticas. Imagínese usted, a mi edad, que me metan preso, o me presenten ante el Consejo. Es cierto que cobro mi pensión, pero como todo está muy caro, no me alcanza. Con la recogida de latas y metales me buscaba unas pesetas extras, y ahora lo han prohibido”.

Las autoridades alegan que la actividad de los buzos en vertederos, contenedores de basura y en la vía pública, buscando botellas, plásticos, metales y otros artículos con fines de lucro, puede conducir al desorden y la ilegalidad. Sin embargo, paradójicamente, el Estado es dueño de una empresa recuperadora de materias primas que recibe de particulares y de organismos estatales material reciclable.

El precio de un kilogramo de latas de aluminio, ya aplastadas, se cotiza a tres pesos. Doce botellas de ron, limpias y sin etiquetas, o 16 envases de cerveza representan el precio de un litro y medio de refresco. En ningún caso, el buzo recibe dinero en efectivo. Todo gira en torno a este trueque rocambolesco: botellas por caramelos, latas de cerveza por refrescos. Y así.

Raúl, un recolector de Habana del Este, de 69 años, dice con amargura. “Nos roban en el pesaje y nos pagan con artículos que no nos interesan. Dinero es lo que necesitamos, no refrescos ni caramelos que después tenemos que revender por debajo del precio oficial, si no, nadie los compra. Y arriba de eso nos consideran delincuentes, y si nos sorprende la policía nos meten presos”.

Por lo general, los buzos, hombres y mujeres, son personas de la tercera edad, algunos con discapacidades físicas y mentales.

 

 

 

 
 
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