8 de agosto de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Pared de ensueños

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - A los padres y la abuela de Dael Mena no les sorprendió que desaprobara el primer año de técnico medio en geodesia. Saben que no es estudioso ni inteligente y que asiste al politécnico bajo presión familiar. No lee ni hace las tareas. Solo le importa reunirse con sus amiguitos para escuchar reguetón, hacer chistes en las aceras, jugar atari y hablar de la moda.

Dael y sus compañeros están preocupados por su imagen. Visten a la cadera y exhiben pelados exóticos. Cambian cada mes el color del cabello y el diseño que el barbero le traza en la cabeza. En el cuero cabelludo de este chico predomina la bandera de las barras y las estrellas. En el de Alain, la insignia cubana alterna con el perfil de un indio. Otros ostentan dibujos más surrealistas. Los tonos del pelo, los aretes y los tatuajes rematan la identidad. Hasta en la jerga son diferentes.

Estos adolescentes, como los que desertaron del preuniversitario en el campo o de la escuela de construcción civil, no piensan en las preocupaciones de la familia ni en la rueda dentada de la sociedad. No perciben las consignas ideológicas de su entorno ni la inercia de lo cotidiano. La playa y la fiestecita de fin de semana les atraen más que las ecuaciones, la geografía o el PH del suelo. Para ellos, el futuro está en cada amanecer y no en las exhortaciones patrióticas del gobierno.

Saben que existen. Se creen solos y buscan compañía fuera de la casa. Se asombran de ser y evaden los problemas y las preguntas de los padres. Van a la escuela por inercia y suponen que el aprobado es cosa de los profesores. ¿Estudiar para qué si lo mío es la Yuma?, dice Alain, quien prefiere el inglés y la mecánica.

La frivolidad y el hedonismo caracterizan a estos chicos de barrio, a los que parece no importarles nada, salvo un MP 3 con las canciones sin tabús de Elvis Manuel o Baby Lores. ¿Qué ocultan detrás de tanta apariencia, bullicios y diálogos insustanciales?
Tal vez quieran transgredir las convenciones y acceder embriagados al reino de lo prohibido, pero no saben cómo ni cuándo. Son demasiados jóvenes y ambiguos para hilvanar una propuesta. No creen en sacrificios, desfiles ni consignas políticas. Tienen los años y el espejo a su favor.

Dael y sus bulliciosos colegas de mi barrio nacieron en los noventa. Su generación no está sesgada por las escuelas al campo, los muñequitos rusos ni las movilizaciones agrícolas. Sobrellevan las frustraciones de sus padres, el síndrome de las shopping y el apartheid turístico. Algunos sueñan con balsas y hablan del tío que vive en Miami.

Tal vez las alas del amor, la suerte o la desesperanza les cambien los pasos a estos muchachos de La Habana. Ojalá encuentren las respuestas a las interrogantes formuladas por sus padres y el entorno. Por ahora, una pared de ensueños los protege. 

 

 

 

 
 
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