6 de agosto de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Depredadores en peligro

Adrián Leiva

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Hace unos días el periódico Juventud Rebelde publicó un artículo acerca de la pesca de un enorme tiburón dientuso.  Se destacaron las dimensiones del escualo: cerca de cuatro metros y más de 700 libras realmente resultan dimensiones cada vez menos frecuentes en este tipo de especies. No por gusto cada año se hacen campañas informativas acerca de los tiburones. Con ello se eliminan ciertos mitos sobre ellos, destacando la importancia de protegerlos. No fue la suerte que corrió la hembra del dientuso, que se aventuró en el litoral habanero y que estaba preñada en el momento de producirse su captura. Algo como para sembrar el luto en la comunidad de oceanólogos.

Las costas cubanas, en especial las que bañan la capital del país, observan un deterioro evidente. Los que se adentran en sus aguas, absortos más en el problema del diario subsistir que en problemas de conservación natural, no tienen en cuenta los llamados del mundo científico. De esta manera desaparecen miles de especimenes acuáticos en esa zona, afectados por la faena intensa de pescadores autorizados o por cuenta propia. Esta depredación humana ha arrasado con pulpos, cacerolas marinas (también llamadas cucarachas de mar) y pequeños caracoles, todos pasados a mejor vida en improvisadas sopas salvadoras. Esto para no tocar el problema de los corales y otros habitantes del que rodean la isla. 

Hace unos días me contaba un amigo residente en el barrio Obrero, en San Miguel del Padrón, una anécdota ocurrida en esa zona y que habla del talante depredador que se ha apoderado de la gente. La caída de un copioso aguacero había provocado la avalancha de las aguas que corrían por las calles buscando la boca de alcantarillas casi inexistentes. De pronto algo llamó la atención de los pocos transeúntes que desafiaban la lluvia. Un  extraño animal saltaba casi en el contén de la acera. Al acercarse pudieron ver que se trataba de una claria, también conocido como pez gato.

La curiosidad de mi amigo por ver este feo animal fue interrumpida por la avidez de una mujer que le preguntó si pretendía quedarse con el pez. Ante la respuesta negativa del curioso, la señora la emprendió a sombrillazos limpios con la “bestia”, llevándosela a casa. No fue el único que corrió igual suerte. A medida que iban apareciendo otras clarias, los vecinos, alertados de su presencia, salían a cogerlas.

Este extraño híbrido de dos especies similares, creación cubana para resolver el problema alimentario (de ella se obtiene el picadillo que se vende en las pescaderías) se hizo notorio a través del corto fílmico Revolución Azul, realizado en 2006 por el mexicano Diego Fabián Archondo. El joven director de la Escuela de Cine Latinoamericano de San Antonio, destacó en su material algunas características del engendro, capaz no sólo de sobrevivir fuera del agua por varios días, sino incluso de trasladarse por tierra. Otros aspectos señalados en esta rareza eran su voracidad, que le hace ingerir ratones, ratas y hasta pequeños pollos.

  Sin embargo, estos terribles depredadores no llegan a ser ni una quinta parte de la amenaza que los bípedos significan para ellos. La escasez de comida en Cuba hace que ni los tiburones, ballenas, peces clarias y cuanto bicho se mueva, queden fuera del interés de los estómagos cubanos. Pareciera que nuestra gente ha hecho suyo cierto refrán atribuido a los chinos, según el cual todo lo que camina, vuela, nada o se arrastra, es comestible.

 

 

 

 

 
 
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