Ignacio
Cervantes, virtuoso y patriota
Pedro García Albela, El
Nuevo Herald, 20 de mayo de 2007.
Este próximo julio se cumplen 160 años
del nacimiento del compositor y pianista Ignacio
Cervantes Kawanagh (l847-1905), considerado el
músico más importante del siglo
XIX cubano.
Tuvo la suerte de nacer en el seno de una distinguida
familia habanera, encabezada por un padre aficionado
a la música y que tenía en alta
estima a quienes la ejercían como profesión.
Así, en l859, cuando ya el adolescente
Ignacio había manifestado su temprana vocación,
lo puso en manos del compositor y virtuoso pianista
Nicolás Ruiz Espadero, el mejor profesor
que podía encontrarse entonces en la capital
de la isla.
Seis años le bastaron a Cervantes para
aprender todo lo que Espadero pudo enseñarle,
al parecer bastante, pues ya estuvo en condiciones
de ser enviado a París con el fin de perfeccionarse
en su afamado Conservatorio Imperial.
Sólo unos meses después, en l866,
cuando contaba 19 años, obtiene allí
un Gran Premio de piano tocando el Quinto concierto
de Hertz, y dos años más tarde,
otros lauros en piano y armonía. Quiso
entonces presentarse al prestigioso concurso Premio
de Roma, pero no fue admitido por su condición
de extranjero.
Durante un lustro de experiencias parisinas,
Cervantes dedicó todo su tiempo al estudio
del piano y de la música. Llegó
a ser muy admirado en el selecto ambiente artístico
cuyo centro era la Ciudad Luz, y especialmente
por dos figuras tan brillantes como Liszt y Rossini.
El célebre autor de El barbero de Sevilla
lo admitió, además, en el pequeño
círculo de sus amigos íntimos hasta
el final de su vida.
En l870, luego de una breve estancia en Madrid,
regresa a Cuba y de inmediato comienza a ofrecer
recitales en los que interpreta sonatas de Beethoven,
preludios y fugas de Bach, y otras obras del repertorio
pianístico de los más consagrados
autores, tales como Chopin, Mendelssohn y, desde
luego, de su admirado y al propio tiempo admirador
Franz Liszt.
Pero igualmente se prodiga dando clases, tocando
en las iglesias y asistiendo a las sociedades
filarmónicas habaneras, sin dejar de brindar
sus concurridos conciertos ni de seguir componiendo
sus danzas para piano, cuyo ejemplo más
antiguo se remontaba a 1857 --cuando apenas cumplía
los diez años de edad--, y que llegarían
a merecer en la música cubana ''el lugar
que ocupan las Danzas noruegas de Grieg o las
Danzas eslavas de Dvorak en la música de
sus respectivos países'', según
el autorizado criterio de Alejo Carpentier.
En l875, durante la Guerra de los Diez Años
en Cuba, Cervantes fue obligado a expatriarse
debido a su simpatía y apoyo financiero
a los insurrectos. Escogió marchar a Estados
Unidos y aquí vivió cuatro años
dando conciertos y clases que le ganaron una brillante
posición artística y económica,
y además los más cálidos
elogios del entonces muy joven pero ya virtuoso
pianista Paderewsky.
Con su regreso del exilio, en 1879, se abre el
período más fértil de su
carrera. En los tres lustros siguientes casi concluye
su larga serie --unas 40 al menos-- de danzas
cubanas, y escribe otras piezas para piano, obras
sinfónicas y de cámara, una zarzuela
y una ópera. Al comenzar la segunda guerra
de independencia, en l895, marcha otra vez al
exilio, esta vez en México, donde permanece
hasta el último año del siglo.
Ignacio Cervantes murió el 29 de abril
de 1905, dejándonos la memoria de una vida
ejemplar, y el riquísimo legado de sus
danzas, ellas solas razón suficiente para
la perpetua honra de su nombre en la historia
de la música cubana.
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