SOCIEDAD
La muerte espiritual de Walterio
Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba - Mayo (www.cubanet.org) - Me
hice el propósito de ignorar el breve artículo
del colega Pedro de la Hoz, aparecido en el diario
Granma el pasado 26 de abril. Pero causas mayores,
como un deber de conciencia, me obligan a retomar
el tema.
Responde de la Hoz al diario madrileño
El País, que por error o sabe Dios por
qué, dio por muerto al intelectual cubano
Walterio Carbonell (La Habana, 1920), y de paso
critica a esa excelente página Web de la
revista Encuentro, que con mucha razón
señala que "ninguna fuente oficial
responde a preguntas no autorizadas" en Cuba.
Conozco a la familia Carbonell hace mucho. Cuando
leí el artículo de Encuentro llamé
de inmediato a su hermano Danilo para darle mis
condolencias por la muerte de Walterio. Para sorpresa
mía fue el mismo difunto quien me salió
al teléfono.
- Pero, ¿no estás muerto?
- Eh, ¿y yo por qué tengo que estar
muerto, Tania?
- Porque Juan Goytisolo anunció tu desaparición
física en un diario de Madrid.
- ¡Ese Goytisolo es mi amigo!
Y nos reímos de buena gana.
Me senté rápidamente en mi vieja
maquinita Olimpia de los años cincuenta
del siglo pasado y envié a CubaNet una
crónica donde aclaré -era mi obligación
como vieja amiga de Walterio- que estaba vivito
y coleando.
A partir de ahí se formó la choricera.
A Walterio lo llamaron de la dirección
de la Biblioteca Nacional José Martí.
Luego le hicieron una entrevista -por primera
vez en 46 años- para una publicación
de ese centro; y por último, Granma se
mandó a correr para decir en letras grandes
y negritas que Walterio está orgulloso
de la revolución y de Fidel Castro, además
de quitarle siete años a su verdadera edad
y proclamar a los cuatro vientos que se reeditará
¡en pocas semanas! un libro suyo que desapareció
en un raro santiamén por allá por
los años sesenta, y que trata de lo orígenes
de la cultura nacional.
Pero "rescatar" a Walterio no es tarea
fácil, ni para Granma, ni para el mismo
Comité Central del Partido Comunista de
Fidel Castro. Este viejo amigo del jefe de estado
cubano -fueron compañeros de estudios en
la Universidad de La Habana- tiene una historia
bastante larga y 46 años de marginación,
de vigilancia y muchas cosas más que destaco
en mi crónica de abril 21 publicada en
CubaNet.
Luego de hacer algunas pesquisas y para no guiarme
solamente por las confesiones telefónicas
de Walterio, he podido saber que su misión
como trabajador en la Biblioteca Nacional es bastante
sui generis. Walterio está confinado a
un "rinconcito" de la biblioteca, a
una "mesita" y a una vieja máquina
de escribir -más vieja que la mía-
donde escribe, a pesar de sus 85 años cumplidos,
sólo para que desaparezcan los papeles
"como por arte de magia", según
me dijo él mismo con su ironía habitual
y su buen humor.
Para colmo de males, como no hay transporte en
Cuba, este viejo amigo de Fidel Castro camina
tres kilómetros, distancia que hay entre
su casa de la calle Virtudes y su "rinconcito",
dos o tres veces a la semana.
Pero lo más importante: Walterio está
muerto espiritualmente hace mucho tiempo. Quienes
lo tratan a diario dicen que comenzó a
morir en la década del sesenta, cuando
vagaba por las calles pidiendo cabos de cigarrillos
a los transeúntes o algún pan con
croqueta regalado en los timbiriches cercanos
a su domicilio.
Walterio es un muerto en vida. Ni Goytisolo,
allá en España, y mucho menos Emilio
Ichikawa se equivocaron al decirlo. Hay muertes
y muertes en la isla del Doctor Castro. La peor
de todas, la más cruel, es ésa en
la que se encierra el ser humano a partir de sus
miedos. Esa que lo convierte en una víctima
más del comunismo en el poder.
A este muerto que se niega a ser enterrado, y
que escribe, se le pierden los papeles. Realiza
-me dijo- una investigación sobre el negro
cubano. ¿Será que Walterio, a pesar
de sus años, analiza por qué la
población penal de Cuba es mayoritariamente
negra? ¿Por qué el por ciento de
negros es tan bajo dentro de la nomenclatura castrista,
a pesar de que la población blanca es menor?
Yo lo creo capaz.
Aún así, está muerto espiritualmente.
Quien lo mató debe saber por qué
lo hizo.
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