Cuba lavó US$ 3,900 millones
en banco suizo
Ernesto Betancourt. El
Nuevo Herald, 5 de junio de 2004.
El 20 de mayo, el Comité de Banca del
Senado de los EEUU celebró una audiencia
especial sobre una multa excepcional de US$ 100
millones impuesta por la Reserva Federal de Nueva
York al mayor banco suizo, el UBS.
La multa se debíó a transacciones
en una cuenta especial de la Reserva Federal en
dicho banco que se usa para vender y canjear billetes
nuevos. UBS estaba obligado por contrato a no
usar esa cuenta para hacer transacciones con países
sujetos a sanciones de EEUU y a hacer informes
mensuales sobre el uso de la cuenta. El UBS no
sólo violó esas disposiciones, sino
que envió informes falsos para que la Reserva
Federal de Nueva York no lo supiera. Estas transacciones
llegaron a unos 4,500 millones de dólares
con cuatro países. Irán, Cuba, Yugoeslavia
y Libia.
Sin embargo, aunque el Comité de Banca
diluyó el caso de Cuba con el de los otros
tres países, la realidad es que la violación
principal, en monto y sustancia, fue la de Cuba.
UBS aceptó, a lo largo de siete años,
nada menos que 3,900 millones de dólares
en billetes viejos de Cuba, esto es, un 90 por
ciento del monto de la violación del contrato.
Y, en vez de cambiarlos por nuevos, lo que hizo
fue acreditar los montos a cuentas del gobierno
cubano, cuyo nombre y función no se han
revelado.
No se puede aducir que estos dólares venían
del turismo porque la mayoría de los pagos
de turismo por viajes y alojamiento se hacen por
tarjeta de crédito o cheque a las agencias
de viaje.
Estos dólares en billetes viejos vienen
de los envíos por mulas, algunos de los
cuales son remesas, y de otros métodos
de transporte, en yates y aviones privados, que
usan los carteles de las drogas para legitimar
los cien mil millones de dólares al año
en efectivo que genera el negocio de los estupefacientes.
Los bancos están sujetos a reglas estrictas
en cuanto a depósitos en efectivo, precisamente
para controlar el lavado de dinero. El UBS tenía
pleno conocimiento de la ilegalidad de lo que
estaba haciendo y, por eso, acudió a la
medida extraordinaria de falsificar sus informes
a la Reserva Federal. Máxime cuando, siendo
banqueros muy experimentados, tenían que
saber que mientras los otros tres países
hacían compras o canjes por billetes nuevos,
los cubanos estaban haciendo depósitos.
A pesar de los reclamos de inocencia de la gerencia
de ese banco, no es posible aceptar que ignoraban
lo que estaban haciendo sus subordinados. Es difícil
creer que estos señores no hicieron una
auditoría, en siete años, de unas
cuentas que se nutrían de montos astronómicos
de billetes en efectivo, lo que apuntaba a lavado
de dinero.
El escándalo explotó por accidente
a resultas de una investigación sobre el
origen de los paquetes de dólares nuevos
encontrados en los palacios de Hussein en Irak.
Una auditoría de Ernst and Young reveló
las transacciones con Cuba y, días después
de ser informados, el 28 de octubre del 2003,
la Reserva Federal canceló el contrato
de UBS. Meses después, el 10 de mayo del
2004, le impuso la multa de US$ 100 millones.
La parte cubana del escándalo ha quedado
sepultada dentro de la investigación general,
a pesar de constituir la violación principal.
La agencia encargada de velar por el cumplimiento
del embargo a Cuba, OFAC, una dependencia de la
Tesorería de los EEUU, era parte del contrato
entre la Reserva Federal y UBS, pero no tenía
acceso directo a UBS. Por tanto, la falsificación
de informes por UBS los dejó en total ignorancia
sobre esta masiva violación del embargo,
sin contar el lavado de dinero. Pero, lamentablemente,
la Reserva Federal tampoco solicitó una
sola auditoría, en siete años, de
los informes que recibía de UBS. La verdad
es que la negligencia ha sido inmensa.
Tengo la impresión de que esas medidas,
en alguna forma, perseguían cerrar brechas
que eran aprovechadas por el régimen para
lavar dinero.
Sabemos que la Reserva Federal tiene autonomía,
y evidentemente no tiene interés en hacer
cumplir la Ley Helms Burton, pero OFAC es parte
del poder ejecutivo y sí se le puede exigir
que explique mejor la parte cubana del affair
UBS, que fue elegantemente barrida bajo la alfombra
por el Comité de Banca del Senado. Tal
vez los congresistas cubanoamericanos puedan convocar
audiencias en los comités correspondientes
de la Cámara de Representantes para que
se aclare este colosal escándalo.
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